En el catauro de la villa del Espíritu Santo están presentes el Güije del Yayabo, que asusta a los parroquianos en noches de luna llena, espíritus arrastrando cadenas por las calles empedradas y la casa embrujada del barrio de Jesús María -con la oscuridad todo vuela, se destruye y al amanecer todo vuelve a su lugar-.
De igual modo otro de los mitos yayaberos es la aparición de un ferviente católico que llegó en el siglo XIX a la Parroquial Mayor, creó una escultura dedicada a Jesús y desapareció.
Se mantienen testimonios de curas y cristianos impartiendo la fe por los campos, donde la pobreza imperaba, acompañados de vendedores de objetos religiosos, la imagen de Dios que en la actualidad se puede ver en muchas viviendas de la campiña espirituana.
La efigie iluminada por velas y acompañada de rosarios y oraciones era el remanso de las familias más pobres, la gran mayoría vivía en los caminos reales, para calmar dolores y padecimientos, pedir prosperidad que casi nunca llegó.
La más cercana de esas tradiciones parte de una realidad, la visita de la negra Lomba a la Cueva de la Virgen, en el arroyo Las Guanábanas, al oriente de Sancti Spíritus, una tradición que cultivó con sus ancestros.
Prensa Latina en busca de esta leyenda dialogó con Eduviges Hernández, vecina del Cabildo Luz Divina de Santa Bárbara, en la barriada de Jesús María, quien comentó que Lomba tenía predilección por adorar a la Virgen de La Caridad (Cachita) y con gran frecuencia visitaba la gruta donde la veneraba.
Era una mujer de fuerte constitución, caminaba despacio con un atuendo de color gris sobre el cabello, seis kilómetros desde la salida de la villa por el camino de El Príncipe o Real hasta la caverna debajo del puente de Las Guanábanas.
Este sitio fue creado, según se afirma, desde la esclavitud, un altar en una pequeña cueva del arroyo cerca de un puente histórico, de los primeros en Cuba en emplear acero en su construcción.
Al fondo de la caverna está la imagen deteriorada por el tiempo, acompañada de velas derretidas y apagadas por la humedad, y disímiles papeles dejados por los visitantes solicitando amor, solemnidad, sanar enfermedades, festejar el nacimiento de un hijo y pedir por la vida eterna.
De acuerdo con el campesino Bin García, otro ferviente cristiano que cada domingo iba a la homilía en la Parroquial Mayor, consideraba que a este lugar acudían las personas acosadas por los problemas de la vida a “pagar promesas” como alivio espiritual.
La idiosincrasia del espirituano, su forma de actuar y sus leyendas dan color a la cotidianidad y dejan pensando dónde comienza o termina la realidad de los seres de la mitología presentes en el imaginario criollo.
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