El ingenio y sus instalaciones que datan de los siglos XVIII y XIX forman parte del mayor número de plantas procesadores de azúcar mascabada (no refinada) del país, con la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1988.
Ramón Conrado López, Héroe del Trabajo de la República de Cuba, con más de tres como cantinero y con el arte de atender a los visitantes, dijo a Prensa Latina que este punto es una joya patrimonial del turismo especializado de la industria azucarera.
La mansión principal con sus grandes puertas y ventanas, arcos de mediopunto y amplios aposentos está rodeada por el albergue de esclavos y viviendas, instalaciones de servicio y una hermosa torre-campanario de 43,5 metros de altura, vestida de misterios y leyendas.
La existencia del trapiche se sitúa en el año 1795, cuando Joaquina Josefa Muñoz y Herrera vende a Pedro J. Iznaga y Pérez de Vargas un ingenio situado en tierras del corral Manacanacu, de Simona Herrera, su madre, valorado en 24 mil pesos.
A la muerte de Pedro Iznaga la viuda María del Carmen Borrell pasó a sus seis hijos la fortuna familiar, dos ingenios uno de ellos el San Alejo de Manaca, el llamado San Francisco Javier, el cual tenía 28 esclavos.
La pequeña fábrica se transforma en la tercera década del siglo XIX, respondiendo a la producción logra en el periodo 1820-30, cuando se acomete la edificación de la torre, la mayor del Valle y de la nación para esos tiempos, según la escritora Alicia García Santana.
La casa de vivienda se apodera de las características de las casonas coloniales de Trinidad, tercera villa de Cuba y en pocos años aumentan riquezas y la dotación de esclavos.
Según pudo conocer Prensa Latina con los años estas propiedades pasaron a manos familiares, en 1862, Teodoro Iznaga y Hernández se adjudica el ingenio Manaca con 231 esclavos de dotación junto con otras propiedades de menor importancia.
Mientras su torre-campanario está rodeada de disímiles historias, la lucha entre dos familiares, Don Alejo y su hermano: el primero en busca de fama por edificar la torre de mayor altura y el segundo con la misma pretensión pero haciendo un pozo.
Entre los objetivos tenía avistar los barcos piratas por la costa sur, otear los campos cañeros para evitar revueltas o fugas de esclavos, tocar campanas para la salida y regreso del campo y sobre todo dar la alarma en caso de incendio.
En la actualidad la Torre de Manaca, en el Valle de los Ingenios, es símbolo del desarrollo azucarero, que aportó a transformar a Trinidad en la mas próspera en los siglos XVIII y XIX.
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