Hasta el cementerio patrimonial de Santa Ifigenia llegó el homenaje a personalidades de la música tradicional cubana, cuyos restos descansan en ese sitio sagrado y forman parte del legado impresionante que atesora la ciudad creativa en la música, de acuerdo con el nombramiento por la Unesco.
Desde la inauguración el cinco último del Festival Matamoroson, la trama citadina ha bailado al compás de las numerosas agrupaciones soneras, principalmente septetos, que nutren su sonoridad y mantienen la vigencia a contrapelo de la modernidad y las modas.
El Septeto Santiaguero, ganador de dos premios Granmy y nominado una vez más a la Feria Cubadisco en la presente edición, se integra a la nómina musical del evento, que incluye también a Ecos del Tivolí, el cual en su discografía ha reverenciado con éxito a Matamoros.
Hasta mañana se extiende la cita, que ha rendido tributo al fallecido compositor y director de orquesta Adalberto Alvarez, un inspirado defensor del son cubano, declarado Patrimonio Cultural de Cuba en el 2012.
Como parte de la permanente evocación del director del trío que paseó la música cubana por el mundo, en una de las esquinas del Callejón del Carmen, en pleno centro histórico, una escultura, guitarra en mano, lo recuerda.
El que siembra su maíz, Son de la loma, Mariposita de primavera y Juramento son, entre otras, creaciones antológicas de Miguel Matamoros que han resistido el paso del tiempo y son cantados y tarareados por varias generaciones de cubanos.
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