Por M. Sc. Maida Millán Álvarez
Colaboradora de Prensa Latina
A medida que avanzaba, su rostro se hacía más familiar. Comenzaba a reír y parecía iluminarse todo. Corrimos hacia ella. Pude ver la flor en el cabello y la cadenita en el pie que tanto llamó mi atención.
-Gracias!- dijimos casi a coro a nuestra vecina, tras recibir una muñeca nueva y no pude concentrarme en nada más.
En los días siguientes estuve más atenta desde mi balcón para verla pasar. Cuando ella me advertía, saludaba, era todo muy rápido, pero a fuerza de repeticiones puede hacerme una imagen -mi imagen- de ella. Su delgadez, nariz, pelo oscuro, cejas levantadas, porte, todo era notable en su presencia. Se parecía a mi muñeca, pensé entonces.
Medio siglo después estoy más cerca que nunca de conocerla.
De Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley supe que Media Luna en Oriente, actual provincia de Granma, la vio nacer en mayo de 1920.
Desde pequeña tuvo ideas liberales y de manera autodidacta se formó bajo la tutela del padre, quien estaba comprometido con el Partido Ortodoxo. Médico rural y culto, era conocido por sus preocupaciones hacia los más pobres y desposeídos.
La joven muy pronto continuó ese camino. Luego del golpe de Estado de 1952, se involucró con organizaciones opositoras a la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1959).
En el centenario del natalicio del Apóstol de Cuba, José Martí, junto a su padre, la escultora Jilma Madera y otros jóvenes, colocaron el busto del Héroe Nacional en la cima del pico Turquino, el punto más elevado de este país caribeño.
Desde la clandestinidad, apoyó la guerra armada que se gestaba bajo el comando del movimiento 26 de Julio y Fidel Castro.
Con el seudónimo de Aly, primero, y Norma, después, organiza una red de colaboradores entre los campesinos de la zona oriental.
Su trabajo fue decisivo en la preparación y apoyo al desembarco en Cuba de los 82 expedicionarios del yate Granma que zarparon el 25 de noviembre de México y arribaron a las costas nacionales el 2 de diciembre de 1956.
En octubre de 1957, Celia Sánchez sube definitivamente a la Sierra Maestra y se incorpora al Ejército Rebelde, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar la posición de soldado combatiente.
Ella fue consejera, amiga, confidente y protectora de muchos guerrilleros. Combatió en la batalla de El Uvero que marcó la mayoría de edad de los rebeldes, promovió la creación del pelotón femenino Mariana Grajales y fue responsable de suministros y guía de periodistas extranjeros que entrevistaron a Fidel.
Luego del triunfo de la Revolución, el 1 de enero de 1959, resultó electa para el Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de la Dirección Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas, diputada al Parlamento y secretaria de la Presidencia y del Consejo de Estado.
Entre sus virtudes destaca el contacto directo que siempre mantuvo con el pueblo en calidad de protectora y amiga. A su quehacer se deben obras para el disfrute colectivo como el Parque Lenin o la heladería Coppelia.
Nunca olvidó a nadie, como lo ha dicho Fidel: “ni antes, ni después de la guerra”. Era tal su sencillez que vivió alejada de cualquier medio apegado a divulgar sus hazañas. Jamás habló de ella.
Ahora, revisando su diario, leo lo que apuntó en la Sierra Maestra el 1 de marzo de 1958: “Nunca pensé escribir un diario. Mi vida no ha sido nada interesante como para escribir boberías. Esta guerra y las circunstancias me obligan a anotar hechos relevantes para facilitarle a la historia de Cuba la verdad”.
Meticulosa y activa, desde la Sierra Maestra previó la importancia del resguardo de cada documento. Las misivas y fotografías en su poder encontraron el lugar definitivo para la posteridad en la Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia, la que fundó el 4 de mayo de 1964. Y es aquí donde nos volvimos a encontrar.
Hace apenas un año camino por los mismos pasillos que la vieron pasar. Más allá de los retratos, su presencia se percibe en la organización del lugar, en los documentos salvados y en el compromiso de un equipo que conserva, procesa, investiga, publica y divulga la historia de la etapa insurreccional, como continuidad de la obra emprendida por la heroína de la Sierra y el Llano.
El amor por la historia nos ha vuelto a unir Celia querida, 59 años después. Gracias por hacer más dulce mi infancia y por la oportunidad de redescubrirte en mi adultez.
Vuelvo a estar muy cerca de ti cuando leo tus anotaciones como esta a Fidel el 13 de mayo de 1958: “Hay muchos papeles sin importancia hoy pero que para un futuro y para la historia serán de gran valor. Mi interés en esto ha sido que cuando se escriba esta historia sea lo que realmente es […]”.
También aquel apunte a Juan Almeida el 8 de octubre de 1958: “[…] Fidel te escribe largo, una carta interesante […]”. “No quiero que salga la carta sin que sepas que no guardo copia pero que confío que tú no te cansaste de guardar papeles y guardes la carta”.
Y la nota enviada a Camilo Cienfuegos el 16 de marzo de 1959: “[…] Me interesan todos tus escritos, tus cartas, son interesantes porque escribes muy bonito y porque todo es interesante […]”.
Entre lecturas aparece ante mí la historia de Laudelina Núñez Rodríguez, la niña de 14 años, que el 25 de marzo de 1958 participa junto a sus padres en la primera reunión de campesinos convocada por Fidel en territorio rebelde, en Vegas de Jibacoa.
Ella cuenta que al escucharse el ruido de los aviones enemigos Fidel expresa: con esos mismos aviones que hoy matan a niños y personas indefensas vamos a realizar un bombardeo, pero de juguetes y otros regalos para los campesinos de la Sierra.
Describe Laudelina que, en una mañana de sol radiante de enero de 1959, se siente el ruido de un avión: “Mi madre asustada comienza a gritar que iban a bombardear otra vez. Vimos caer unos bultos y le dije a mi papá: ¡Ay papá son los juguetes! Me apoderé de una caja y cuando abrimos, lo primero que apareció fue una muñeca.
Escuché la voz de mi padre cuando decía: es tu muñeca que te mandan Fidel y Celia”.
La Mariposa (flor nacional de Cuba) posada en su pelo descubre la ternura y bondad de quien sabe abrir paso al amor, el que proporcionó a los niños del campo y la ciudad, a los más necesitados y a cuanta persona aclamó su ayuda. Supo dar tranquilidad en la tempestad.
Trascendió a su tiempo para dejarnos un alma pura y comprometida con la Revolución que es ella misma. Fue la compañera fiel, discreta y leal que estuvo con Fidel desde la Sierra hasta su muerte.
Por eso hablaré de la combatiente, de sus enseñanzas y valores. Le contaré a mi nieta la historia de mi muñeca, la que me regaló Celia.
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