El titular de cultura de la isla conversó con Prensa Latina sobre lo que significa para el sector en general, y la intelectualidad en particular, la muerte del notable literato (Premio Nacional de Literatura, 2000).
Creo que es una gran pérdida, porque se trata de una figura muy completa dentro de las letras en el país, quien abarcó muchos géneros; fue un excepcional poeta, sin duda, y pienso en su centro irradiador ubicado en mi opinión en la poesía, a pesar de moverse en el escenario del teatro, la narrativa, el cuento, expresó.
El alto funcionario cubano tocó el punto del periodismo, donde también se desempeñó Arrufat, con una visión muy crítica y agudeza extraordinaria, apuntó.
Hablamos de un hombre con una verdadera sabiduría, tenía una vasta cultura, pero al mismo tiempo, no por tener esa erudición, dejaba de ser del pueblo; era un ser de un activismo muy vital, participaba de la vida literaria de manera constante y eso se reflejaba en su literatura, precisó el ministro.
Alonso indicó que si algún rasgo podemos definir dentro de la obra de este creador es uno característico de su personalidad, como era él, con una audacia la cual lindaba con la temeridad, y ese es el atractivo particular de su hoja de vida.
Su arrojo nos desafiaba y es lo que hace ahora a su obra preferida entre los jóvenes, pues tenía en ese público a muchos seguidores, manifestó Alonso.
Realmente era un ejemplo de rigor, de profundidad, describió; era un hombre de palabra muy afilada, además, decía lo que pensaba y eso lo convertía en polémico, pero ese perfil le otorgaba a Antón un gran prestigio. De opinión consagrada si era elogiosa, y cuando no lo era, pues su sentencia era muy profunda. Así era Arrufat, expuso.
En sus declaraciones a Prensa Latina, el alto funcionario expresó que se fue un gran escritor, una de esas figuras fundadoras de un estilo literario, pero, a la vez, de vida, de ser, de trabajo, de pensar y de manera de proyectarse, culminó.
De las obras más reconocidas de este intelectual pueden citarse Los siete contra Tebas (1968) y Las tres partes del criollo (2003), ambos en teatro.
Las pequeñas cosas (Ensayo, 1988), Lirios sobre un fondo de espadas (Poesía, 1995), La noche del aguafiestas (Novela, 2000), Los privilegios del deseo (Cuento, 2007), más una infinidad de recopilaciones y traducciones como parte de ese rico legado que nos heredó el poeta.
Tras su reciente deceso en esta capital, varios intelectuales cubanos y colegas suyos rindieron tributo a esa destacada figura de las letras cubanas.
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