Desde el jueves último, solo breves intervalos han detenido las precipitaciones que se han combinado, además, con descargas eléctricas, lo cual se corresponde con la persistente vaguada que se posa sobre casi toda la geografía cubana.
Sin reparar en horarios, los aguaceros ya ni sorprenden, pero han obligado a la interrupción de las clases y de otras actividades económicas y sociales, máxime con la necesidad de resguardarse de las enfermedades respiratorias entre las que la Covid-19 sigue como amenaza latente.
La mala noticia del panorama es que apenas se ha dado el esperado beneficio en los nueve embalses santiagueros, que están por debajo del 40 por ciento de su capacidad total de almacenamiento y no logran remontar la crisis de tanto tiempo sin el agua que cae del cielo.
De todas maneras, se agradece este cambio en el comportamiento de la Naturaleza y que mayo se despida con las habituales credenciales del más lluvioso en el año, al cual debían seguir con esa entrega generosa los del pleno verano que está a las puertas.
Para completar los matices de estas recientes jornadas, durante este viernes asombró a muchos, autoridades y expertos, el comportamiento sismológico del país que durante 12 horas se mantuvo sin registrar un solo movimiento telúrico, de esos que cada día reportan las estaciones y no siente la población.
Sin embargo, para el remate, al finalizar la tarde, ocurrió un temblor perceptible de magnitud 3.5, el sexto del año, que apreciaron lugareños de este municipio cabecera y los de Caimanera y Guantánamo, en esa provincia suroriental.
De momento, sigue manando persistentemente sobre esta ciudad, que confía en el retorno sostenido de la tranquilidad en las entrañas terrestres, sin “dejarse provocar” por la agitación atmosférica.
lam/mca