Por Waldo Mendiluza
Corresponsal en Francia
Desde la segunda mitad del siglo XX, este peculiar pan de forma alargada y mezcla sencilla comenzó a ser protagonista en los hogares, elevado a la condición de elemento universal a finales del año pasado, cuando el Comité Intergubernamental del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco aceptó inscribir el saber hacer de su elaboración en la lista de salvaguardia de la humanidad.
Las hipótesis acerca del origen son varias, algunas interesantes y muy ligadas a la historia francesa, en particular la que vincula su nacimiento a la época de Napoleón.
Cuentan que los panaderos idearon el pan alargado y de más rápida cocción, precursor de la famosa baguette, para abrirle espacio en los bolsillos de los soldados enrolados en largas campañas.
Otra leyenda, mucho menos “francesa”, atribuye el surgimiento un poco después de la etapa napoleónica, en 1839, al ingenio del emprendedor vienés August Zang.
En entrevista con Prensa Latina, el presidente de la Confederación Nacional de Panadería y Repostería Francesa (Cnbpf), Dominique Anract, dio una salida elegante al tema del origen, al considerar que es fruto de una tradición de “mucho tiempo”, transmitida de generación en generación, sin especular sobre fechas o escenarios.
Es parte de nuestra cultura, con un arraigo que podemos ilustrar con el hecho de que todos los franceses tienen a 10 minutos o menos de su casa una panadería, con más de 30 mil diseminadas por nuestra geografía, casi tantas como comunas existentes en el país, y claro que no falta la baguette, comentó.
Otro dato salta a la vista, unas 10 mil millones de baguettes, elaboradas a base de harina de trigo, levadura, agua y sal, son consumidas cada año en el país, ante lo cual no implica una exageración emplear el calificativo de tesoro nacional.
Si de voces autorizadas se tratase, no abundan muchas como la que aporta el artista del pan Jean-Yves Gautier, galardonado con la medalla de “Uno de los Mejores Obreros de Francia”, honor que solo algunos artesanos de unas 200 profesiones pueden lucir en su pecho.
Gracias al empeño de generaciones de panaderos, la baguette constituye hoy un producto de excelencia y faro gastronómico, presente en cada comida en la mesa de los franceses, detalló en diálogo con Prensa Latina.
Yo vengo de un pueblo pequeño, en el que recuerdo a la baguette como un producto del domingo, el cual poco a poco se fue apoderando de los días de la semana y de cada momento de consumir alimentos, amplió.
Gautier resaltó que aun cuando son variadas las ofertas en los establecimientos, incluyendo la del famoso croissant, la del alargado pan ocupa un lugar especial.
PATRIMONIO MUNDIAL
El 30 de noviembre de 2022 será recordado como un capítulo notable en la historia de la rica cultura francesa, jornada en la que se materializó la incorporación de la baguette al patrimonio inmaterial de la humanidad.
“250 gramos de magia y de perfección en nuestra vida cotidiana. Un arte de vivir a la francesa (…)”, reaccionó entonces el presidente de la República, Emmanuel Macron.
Tanto Anract como Gautier consideraron la inscripción por la Unesco un homenaje y un reconocimiento a los panaderos y artesanos que han encumbrado hasta lo universal al peculiar producto.
Las lecturas son varias de esa decisión, desde la consolidación del prestigio de un elemento identitario hasta la satisfacción de quienes lo consumen y el estímulo para los encargados de elaborarlo a diario con su misión de transmitirlo a las nuevas generaciones, destacó el responsable de la Cnbpf.
Para nuestros maestros, subrayó, la invitación es a esmerarse todavía más en la creación del formidable y apreciado pan.
Respecto al proceso previo a la reunión de finales del año pasado en Rabat del Comité Intergubernamental del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, el directivo lo calificó de un esfuerzo colectivo iniciado seis años antes, con la participación de muchos actores.
Ante la pregunta de qué sigue, el artista del pan Gautier estimó que lo primero que viene a su mente es la importancia de garantizar la transmisión de conocimientos sobre el saber hacer de la baguette a las nuevas generaciones.
Es un deber y al mismo tiempo un placer ser parte de ese proceso de transmisión, así ha ocurrido por muchas décadas, y así continuará, expuso.
Embajadora y orgullo francés, la baguette mira al futuro desde un pedestal universal.
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