Al atardecer, el Desfile del Fuego por una de las arterias principales de la urbe tendrá como colofón la Quema del Diablo, un ritual mágico-religioso que en la Avenida de La Alameda y muy junto al mar, pondrá fin a esta edición 42, una de las más abarcadoras que se recuerdan.
Una representación de las delegaciones participantes, que juntaron a cubanos y unos 400 extranjeros de una veintena de países, volverán a darse cita en el corazón de la urbe, con México como protagonista mayor en una especial celebración de sus tradicionales convites de la vida y la muerte.
Una vez más, la ceremonia de homenaje a la rebeldía esclava, en el Monumento al Cimarrón esculpido por Alberto Lescay en la Loma de los Chivos, muy cerca del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, estuvo muy alto y no precisamente por la elevación geográfica.
De nuevo, también, el Festival Internacional del Caribe ha puesto a prueba la capacidad de ubicuidad de quienes han debido repartirse por decenas de lugares para las presentaciones artísticas, los talleres especializados, las sesiones académicas y las exposiciones de artes plásticas.
Una de las novedades de estas últimas horas es la terminación e instalación en una pared de la Casa del Caribe de un original mural cerámico, Tzomplanti, creado por artistas mexicanos y santiagueros a partir de la reproducción de cráneos humanos y bajo el liderazgo del azteca Dhante Loyola.
El III Congreso Internacional sobre la Muerte, desarrollado en uno de los salones del Complejo Cultural Heredia, develó aristas de la asimilación cultural de un hecho tan natural como la vida misma, con sus tintes de tristezas y desarraigos en la mayor parte del mundo.
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