Las jornadas vividas desde el lunes 3 confirmaron a esta edición 42 como una de las más intensas y abarcadoras en todo el esplendor de la cultura popular tradicional, eje que marca su desarrollo y el quehacer de la Casa del Caribe como anfitriona.
Grupos portadores mostraron durante casi tres horas sus bailes, sus ritmos y sus toques de tambor frente al céntrico parque Céspedes, como preámbulo del Desfile del Fuego que sirvió de colofón al programa artístico y juntó expresiones diversas de las raíces que nutren la espiritualidad nacional.
A los cubanos se sumaron, en la calle Aguilera, representantes de las delegaciones extranjeras con su colorido y una relevante presencia de los mexicanos, cuyas celebraciones de la vida y la muerte centraron la dedicatoria del jubileo.
Una imagen que volvió a marcar el panorama fue la de las catrinas, ese símbolo funerario creado por el artista azteca José Guadalupe Posada que personificaron en sus rostros y sus cuerpos numerosas mujeres llegadas desde aquel país, para atraer a su paso a muchas personas.
Otra figura entrañable para los santiagueros que estuvo presente fue la de Santiago Apóstol, Santo Patrón de la villa, con su atuendo de capa blanca, vestido rojo y sombrero que ha acompañado momentos significativos en los 508 años de su devenir.
Como parte del programa, en la noche del sábado un concierto en la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral juntó a la Orquesta Sinfónica de Oriente y al coro Orfeón Santiago en un concierto de lujo bajo la batuta del reconocido director mexicano Guillermo Villarreal.
El Diablo ya es pura ceniza, como es tradición en la Avenida de La Alameda, donde fueron muchos los santiagueros y otros participantes procedentes de diversas latitudes que lo vieron consumirse entre las llamas para vaticinar así un futuro mejor y una exitosa edición 43 de la Fiesta del Fuego.
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