Foto: @PresidenciaCuba
Esa vorágine plantea la esencia de los imperativos del trabajo y el quehacer productivo en el país, esos de los que depende en buena medida que los cubanos salgan adelante en medio de complejas circunstancias económicas.
El aliento heroico de aquella gesta impregna las jornadas mediante las cuales los constructores y otros trabajadores, incluidos los alineados en formas de gestión no estatal, han pavimentado viales muy necesitados de esas mejorías, han devuelto la señalización del tránsito y han embellecido sitios icónicos de la trama urbana.
Solo esa inspiración explica que en un atardecer de domingo sean muchos los que trabajan en una de las entradas principales de la villa, por la autopista, o den retoques de pintura a los exteriores de una escuela de la enseñanza especial en la anteriormente aristocrática Avenida de Manduley.
Tal y como trascendió en las recientes sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Cuba está urgida de un vuelco en sus infraestructuras productivas y en el impulso al esfuerzo en la creación de los necesarios bienes materiales, aún frente al recrudecimiento del bloqueo económico de la mayor potencia mundial.
Por ello, el incentivo de las siete décadas del ataque a la fortaleza militar, liderado por Fidel Castro y protagonizado por jóvenes rebeldes frente a fuerzas incomparablemente superiores, atiza el sentimiento patriótico para aportar en pos del bien común y del mejoramiento de la sociedad.
Es ese mismo sentido que anima al cederista que acudió a acicalarse con su barbero porque acudirá, como invitado, a la conmemoración, al igual que los militares retirados y el profesor universitario que reciben sus credenciales para estar presentes en las actividades principales.
Aunque hace 70 años los días aparentaban normalidad en la ciudad y subyacían la inconformidad y la rebeldía derivadas de aquel estado de cosas impuesto por la tiranía de Fulgencio Batista, estas jornadas de julio pueden significar cuánto de porvenir habita en las enseñanzas de la historia.
La visita realizada este lunes por el presidente Miguel Díaz-Canel, junto al primer ministro, Manuel Marrero, y otros dirigentes, favoreció también el optimismo de los santiagueros, ese que recoge el afiche alegórico colocado en la puerta de entrada de una de las casas con la frase «Con todos, la victoria».
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