Al celebrarse este 13 de agosto el cumpleaños 97 del insigne guerrillero cubano, en Guantánamo evocan el recuerdo inolvidable de su paso transformador por esta geografía que tiene inscrito su nombre en numerosas obras sociales y económicas impulsadas por él.
Los testimonios de cuando estuvo Fidel en Guantánamo brotan lo mismo de prestigiosos historiadores, realizadores audiovisuales, políticos, dirigentes gubernamentales que de gente común de este pueblo agradecido por su extraordinario liderazgo de casi seis décadas.
Desde la primera ocasión- el 3 de febrero de 1959-, el Comandante en Jefe Fidel Castro valoró los atributos de una provincia, cuya geografía, historia y cultura la hacen “singular y heroica”, como apuntó en 1985 durante la celebración del acto central por la toma de cuarteles de la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958), el 26 de julio de 1953.
En aquel memorable primer encuentro, Fidel Castro se identificó con las personas humildes, los estudiantes y trabajadores desprotegidos que necesitaban el apoyo de la Revolución, máxime en este sitio marcado por el olvido de los gobiernos de turno al servicio de las élites estadounidense.
Durante sucesivas visitas el líder cubano impulsó y acompañó el avance social y económico de todos los municipios de la provincia, que vieron levantarse círculos infantiles, escuelas, consultorios médicos, hospitales, planes agrícolas y citrícolas, en otras miles de obras para el beneficio de su población.
Lo mismo en recónditos parajes de Maisí, Baracoa, Yateras, Niceto Pérez, El Salvador, Manuel Tames, o en los límites con la ilegal base naval de Estados Unidos en Caimanera, el carismático presidente cubano construyó una épica relación con el pueblo guantanamero, a quien encomió por defender la “primera trinchera antimperialista de América”.
Los recorridos del Comandante en Jefe están cargados de simbolismo para los habitantes de esta región. Uno de ellos se evoca cada 11 de abril, cuando recuerdan el desembarco por Playitas de Cajobabo del Héroe Nacional, José Martí, y un grupo de patriotas para encabezar la guerra por la independencia de Cuba.
Al significado del hecho se añade la connotación de alguna de las visitas de Fidel a esa desembocadura. Entre las más emblemáticas de ellas figuran la realizada en 1976, junto al documentalista Santiago Álvarez, y la de 1995, en ocasión de conmemorarse el centenario del citado desembarco.
En aquel recorrido de 1976 sostiene un encuentro con Salustiano Leyva, el niño que conoció a José Martí; Salustiano (para ese entonces muy anciano) se emociona ante la presencia del guerrillero legendario de la Sierra Maestra. El diálogo entre el líder y el afortunado hombre queda registrado en el documental: Mi hermano Fidel, del citado artista audiovisual.
En 1995 sintió Fidel la necesidad y la dicha de retornar nuevamente a ese sitio cargado de patriotismo, al cumplirse 100 años de aquel trascendental momento cuando el Apóstol cubano, José Martí, experimentó la “dicha grande”, de volver a Cuba para luchar por su independencia.
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