El militar y patriota relevante de las gestas por la independencia cubana, ya enfermo y con úlceras en sus pies, cayó en manos de tropas colonialistas españolas y fue fusilado en el oriental territorio de Santiago de Cuba.
De acuerdo con textos de la historia nacional, situado frente al pelotón de fusilamiento Figueredo gritó: “¡Morir por la Patria es Vivir!”, como sentencia la frase final del Himno Nacional de Cuba, cuya música había sido creada por él en agosto de 1867.
“Perucho” nació en Bayamo (oriente de Cuba) el 29 de julio de 1819, estudió la carrera de abogacía y también cultivó la literatura y la música. Con este último talento, reconocido entre sus compatriotas, compuso la marcha, inicialmente identificada como “La Bayamesa”.
La creación –instrumentalizada por el maestro Manuel Muñoz Cedeño- ganó popularidad entre los bayameses y supo resistir el intento de censura por parte del gobernador español Julián Udaeta, quien la escuchó en el cierre de un acto religioso local.
Udaeta advirtió inmediatamente en aquellos acordes un canto de guerra más que una melodía religiosa. Los acontecimientos le darían luego la razón: bajo los acordes de aquella vibrante marcha el pueblo de Bayamo se congregó para apoyar a los patriotas del Ejército Libertador cubano que ocupaban el poblado.
Era entonces, el 20 de octubre de 1868, cuando Perucho Figueredo -en medio de una multitud enardecida, y sobre su caballo- escribió la letra de aquella marcha que harían suyas los connacionales de varias generaciones.
El que fuera un hacendado bayamés se convirtió en un símbolo del patriotismo para los cubanos de todas las épocas. Perucho Figueredo fue también un líder en los albores de la guerra hispano-cubana iniciada en 1868 y hasta su muerte.
Cuando se organizó en Guáimaro en 1869 el primer Gobierno en Armas de Cuba, fue nombrado Vicesecretario de la Guerra, cargo que desempeñó hasta que lo hicieron prisionero en la hacienda Santa Rosa y condujeron a Santiago de Cuba.
Ante el Consejo de Guerra que lo juzgó exclamó: “Estoy seguro que a esta fecha mi puesto estará ocupado por otra persona de más capacidad, si siento la muerte es tan solo por no poder gozar con mis hermanos la gloriosa obra de la redención que había imaginado y que se encuentra ya en sus comienzos”.
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