Entre los proyectos de la Oficina del Conservador de Trinidad, ciudad también con el reconocimiento de la Unesco, en este sitio se continúa investigando y trabaja para avanzar en el rescate integral para el 510 aniversario de la fundación de la tercera villa fundada en 1514.
El reconocido investigador Víctor Echenagusía, en conversación con Prensa Latina, reconoció que en las ruinas y partes contiguas todavía queda mucho por escudriñar, descubrir secreto de la mayor y más moderna fábrica de azúcar del Valle.
Los primeros descubrimiento de sus instalaciones -añadió- las cuales con el paso del tiempo estaban bajo tierra, se realizaron en los años ochenta del pasado siglo, creándose un proyecto para su rescate y conservación.
Este conjunto es un ejemplo de la arquitectura e ingeniería azucarera de los siglos XVIII y XIX que a pesar del tiempo transcurrido es el mejor conservado en Cuba, precisó.
Lo componen, explicó, un sistema de cinco calderas sometidas al fuego de un horno único para la fabricación del azúcar mascabado sin refinar, más natural, conocido como tren jamaiquino, el avance más significativo para la época.
Ese valioso aporte marcó el camino integral para ir al rescate de los asentamiento de los principales trapiches que hicieron de esta zona la mayor productora de azúcar de la isla, detalla.
Entre sus ventajas, asocia, estaba el empleo del bagazo como combustible único, el calor se distribuía desde de la última caldera al resto, este proceso significaba economía de combustible y de brazos para atender el horno.
El historiador Julio Le Riverend (1912-1998), al analizar la introducción desde Jamaica de esta moderna tecnología a Cuba, la calificó de expresión típica de la revolución industrial en los ingenios azucareros, ya que sus creadores eran franceses.
En la planicie del asentamiento está la Casa-hacienda acompañada de la torre campanario, elemento utilitario y distintivo de la mayoría de las fábricas, servía para prevenir incendios y tocar campanas para el ir y regresar de los esclavos dedicados a las labores de campo.
Este trapiche en el siglo XVIII se conoció como San Juan Nepomuceno y en los años 30 del XIX pasó como San Isidro a Pedro Matamoros, quien declara un ingenio en tierras de la zona del Coyugi.
Posteriormente por remate de los bienes de Matamoros pasó a Carlos Malibrán, con 15 caballerías de tierra y una dote de un centenar de esclavos. En 1862 fue vendido a Salvador Zulueta, su última propietaria fue Isabel Iznaga de Cantero, quien en 1870 presenta una instancia al cabildo donde informa haber demolido.
Según datos brindados a este redactor por el historiador oficial de La Trinidad de Cuba, Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara (1926-2009), el desarrollo de la villa tiene un dependencia directa con el desarrollo económico, primero de la ganadería y el tabaco, llegando después la etapa más brilla, el azúcar.
En los siglos XVIII y XIX sumaban más de 60 trapiches, logrando en 1846 la mayor fabricación de Cuba y de América, una producción de 669 mil 192 arrobas de azúcar blanca y quebrada, 37 mil de mascabado y raspadura y 11 mil 722 bocoyes de miel.
Para Echenagusía las ruinas arqueológicas y edificaciones existes en el Valle continúan dando fé del florecimiento azucarero de los grandes capitales invertidos por nacionales e ibérico que hicieron a Trinidad la ciudad más próspera y hoy la más conservada de América.
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