En conversación con Prensa Latina, destacó el proceder del clérico en el Día de la Asunción cuando pronunció en la pequeña localidad -se fundó el 4 de junio de 1514-, su famosa homilía conocida como Sermón del Arrepentimiento, una plegaria acusatoria para los conquistadores, apunta.
El reverendo reprochó a los presentes ser injusto y tiránico, una fuerte critica a las barbaries cometidas por los enviados de la corona para pacificar con la cruz a los nativos de las tierras conquistadas, acotó el investigador.
En la obra Sancti Spíritus, aniversario 500, del Instituto de Historia del país, se calificó este hecho como la ruptura del cura dominico con el régimen de explotación a los aborígenes y el inicio de una ardua labor en defensa de los naturales en las tierras americanas.
Villoch consideró que De las Casas participa en la fundación de villas y, a la vez, se convirtió en testigo de toda la maldad y el exterminio de los nativos, y recibió encomienda del pueblo de indios Canarreo, en la región de Trinidad.
La humanidad, firmeza e historia del prelado a favor de los originario de la isla fue un argumento relevantes incluido por nuestro Héroe Nacional, José Martí, en la Edad de Oro, publicación de recreo e instrucción dedicada a los niños de América.
En hermosa crónica nos afirma que el cura Bartolomé de las Casas le abrió los brazos a los indios, mientras los conquistadores españoles marcaban en carne viva con el hierro, les robaban sus mujeres e hijas y los quemaban y aniquilaban.
Para el Apóstol de la independencia aquellas escenas fueron más que motivos “…y ya nunca se puso más que el jubón negro. Sino que se fue a consolar a los indios por el monte, sin más ayuda que su bastón de rama de árbol”.
Y ejemplifica: No se puede ver un lirio sin pensar en el Padre Las Casas porque con la bondad se le fue poniendo de lirio el color, y dicen que era hermoso verlo escribir, con su túnica blanca, sentado en un sillón de tachuelas, peleando con la pluma de ave, porque no escribía de prisa.
Martí intenta en su crónica que se conozcan sus sacrificios y apunta: Casi a escondidas, tuvo que embarcarlo para España el virrey, porque los encomenderos lo querían matar. Él se fue a su convento, a pelear, a defender, a llorar, a escribir. Y murió, sin cansarse, a los noventa y dos años.
El sacerdote que descolló en sacrificios por la población indígena de Cuba y América tiene en la tercera villa, Trinidad, un obelisco, tal vez el más relevante de la isla, a la entrada del Motel Las Cuevas, develado el 6 de junio de 1955. Es un gesto de bienvenida y dar fé de la historia que atesora una pequeña elevación.
El proyecto lo concibió y llevó a cabo Manuel de Jesús Béquer Medina, segundo historiador de Trinidad, declarada Monumento Cultural de la Humanidad por la Unesco, representa a dos indios arrodillados a los pies del religioso cubierto con su sotana.
Aquí junto a las instalaciones hoteleras esta la Cueva Maravillosa, donde se escondió, hasta los últimos días Caucubú, la india más hermosa del cacicazgo de Guamuhaya, perseguida para hacerla suya por el más cruel de los conquistadores Vasco Porcayo de Figueroa.
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