La pintura en óleo sobre tela de gran formato (2,6 metros de alto por 3,25 de largo) no regresará hasta mediados del año próximo a las salas rojas de la famosa institución, en las que están también obras maestras como La coronación de Napoleón, de Jacques-Louis David, La balsa de la Medusa, de Théodore Géricault, y La muerte de Sardanápalo, del propio Delacroix.
No hay lista de un experto o de un aficionado a las artes que deje fuera a La Libertad guiando al pueblo entre las recomendadas cuando se vista el Louvre, museo inmerso en una campaña de restauración de grandes lienzos del siglo XIX.
El cuadro muestra a una mujer con el torso desnudo, la bandera de Francia en su diestra y un fusil con bayoneta en su otra mano, arengando al pueblo en una batalla.
Delacroix (1798-1863) materializó su obra entre septiembre y diciembre de 1830, el año de la caída del rey Carlos X y de la llegada al trono de Luis Felipe I.
La restauración integral previa data de hace casi 100 años, y la actual responde al óxido de los barnices, que han dado una tonalidad amarillenta al cuadro, alterando su gama cromática azul-blanco-rojo.
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