Figura emblemática de la Nueva Canción y uno de los pilares de la música latinoamericana, autor de reconocidos números como El derecho de vivir en paz, Te recuerdo Amanda y Manifiesto, Jara se caracterizó siempre por su fuerte compromiso social y político.
“Víctor y yo éramos amigos, vivíamos más o menos cerca. El 11 de septiembre de 1973 fui detenido y llevado hasta el regimiento Tacna y de ahí al día siguiente al Estadio Chile”, recordó Yáñez en entrevista a Prensa Latina.
Estando en ese lugar escuché que alguien pronunciaba mi nombre y “claro, era Víctor, no tuvimos tiempo más que para saludarnos porque nos estaban trasladando de un lugar a otro”.
El viernes 14 yo, como pude, me deslicé entre las personas hasta que lo encontré. El estadio estaba repleto. Ahí pudimos conversar más tiempo y él me contó que el día del golpe de Estado había ido a la Universidad Técnica, donde trabajaba.
“No sabía qué hacer. Le preguntaba a sus compañeros y unos le decían que tenía que asilarse y otros que se quedara. Entonces él me dice: No te imaginas cuántas veces fui hasta donde estaba mi auto, abría la puerta y después la cerraba. No sé cuántas veces hice eso, hasta que me quedé”.
Yáñez recuerda que el sábado 15 de septiembre trasladaron a casi todos los presos hacia el Estadio Nacional y “ahí vimos que a Víctor lo habían apartado, estaba con las manos en la nuca. Él no se fue con nosotros. Entiendo que ese mismo día en la tarde lo asesinaron”.
Como el 18 o el 19 alguien llegó con la noticia de que su cuerpo lo habían encontrado cerca del Cementerio Metropolitano. Tenía señales de tortura y 44 impactos de bala. El golpe fue muy fuerte, expresó.
Eduardo Yáñez es el autor de reconocidas piezas como Nuestro Cobre, popularizada por el grupo Quilapayún, y durante los tiempos de la dictadura (1973-1990) compuso números para intérpretes como Isabel Parra, Patricio Manns, Inti Illimani y Cecilia Echenique.
Yáñez participó esta semana en los homenajes a Jara y al exdirector de gendarmería Littré Quiroga en las cercanías del lugar donde sus cuerpos fueron encontrados junto a los de otras tres personas no identificadas.
Pocos días antes de cumplirse el medio siglo de ese crimen, la Corte Suprema de Chile condenó a siete militares en retiro por los delitos de secuestro calificado, torturas y asesinato.
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