La investigación, que los autores creen es la primera que establece estos nexos, extrajo datos de más de 900 participantes en el Estudio Canadiense sobre el Comportamiento de Salud de los Adolescentes.
Según el texto, se descubrió que uno de cada cinco participantes que experimentaron inseguridad alimentaria tenía riesgo clínico de sufrir dismorfia muscular, marcados por un deseo significativo de aumentar la musculatura y una mayor insatisfacción muscular.
«Los síntomas de dismorfia muscular pueden ser generalizados y afectar gravemente el funcionamiento individual, lo que solo se agravará si alguien también experimenta inseguridad alimentaria», señaló el líder de la investigación Kyle T. Ganson.
«Los hallazgos subrayan la importancia de abordar el tema de la alimentación de manera integral, considerando su impacto multifacético en la salud física y mental», añadió.
La inseguridad alimentaria ha sido identificada como un determinante social de la salud, y investigaciones anteriores frecuentemente destacan sus consecuencias, incluido el estrés, la depresión y el uso de sustancias.
Además, se ha asociado con el desarrollo de trastornos alimentarios y una mayor insatisfacción corporal.
Mientras, la dismorfia es un trastorno caracterizado por una preocupación excesiva con la idea de no tener un cuerpo suficientemente magro o musculoso.
Los investigadores refieren que la relación se hace evidente en dos áreas clave: el deterioro funcional, donde los individuos experimentan limitaciones en sus actividades diarias debido a la dismorfia muscular, y la intolerancia a la apariencia, relacionada con una mayor angustia por insatisfacción con la imagen corporal.
Asimismo, destacaron la necesidad de realizar intervenciones específicas, por las crecientes preocupaciones que existen con estos trastornos entre los jóvenes canadienses.
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