El choque entre las raíces, tradiciones y creencias de esclavos y conquistadores españoles en los siglos XVI y XVII provocó un complejo proceso de sincretismo o transculturación del cual surgió la Santería, como popularmente se conoce a la Regla de Ocha-Ifá.
De ahí se origina el culto a los orishas (santos yorubas) y entre ellos a Orula, considerada una de las deidades principales de ese panteón.
Su día, 4 de octubre, coincide con el de San Francisco de Asís, santo italiano y fundador de la Orden Franciscana, considerado por investigadores como una de las grandes figuras de la espiritualidad en la historia de la cristiandad.
El periodista, escritor y estudioso del folclor Luis E. Ramírez Cabrera, en su diccionario básico de religiones de origen africano en Cuba, definió a Orula: “Orisha mayor que rige el Ifá (también recibe el nombre de Orunmila e Iborù Orunla)”.
Según babalawos -sacerdotes de esa creencia religiosa- y seguidores «significa solo el cielo conoce quienes se salvarán”.
Para el escritor Miguel Barnet, reconocido etnólogo cubano, Orula “es el dueño del tablero Ifá, el tablero mismo, el dueño de la adivinación, poseedor de todos los poderes mágicos concentrados, con facultad mitológica para poder comunicar mediante su ekuele y su tablero, el porvenir de las personas”.
Orula, señalan teóricos y estudiosos de la religión en Cuba, se caracteriza por la sabiduría, la inteligencia, la picardía y especialmente por su poder de adivinación, de conocer a fondo la naturaleza humana, lo que le ha ganado gran arraigo entre los cubanos.
Si uno transita por las calles en Cuba verá frecuentemente a personas portando una pulsera verde y amarilla conocida como idé o ildé, la cual es una representación de Orula.
La pérdida o rotura de este supuesto resguardo puede tener implicaciones negativas para el creyente; también puede significar un cambio importante en su vida.
En la actualidad, el sistema de adivinación de Ifá utilizado por los babalawos es considerado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Su práctica se extiende más allá de los límites geográficos yorubas (Nigeria, Benín y Togo) hacia muchos países de América, Europa y, por supuesto, África.
En América Latina sus plazas más fuertes están en Cuba y Brasil, y su amplia diseminación por otros territorios como México, Panamá, Venezuela, Colombia y el sur de Estados Unidos se debe, fundamentalmente, a la migración cubana.
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