Así afirmó su hija Aleida Guevara March, al describirlo como un ser con todos sus anhelos, deseos de conocimiento, un hombre que nunca dejó de estudiar.
En conversación con este reportero de Prensa Latina aseguró que en los momentos más difíciles el Guerrillero Heroico tenía siempre un libro al alcance de sus manos o una cámara fotográfica que en ocasiones tomaba de quienes le acompañaban en las coberturas.
«Era un hombre, un revolucionario, lleno de amor, que quería construir una sociedad distinta, sin dudas uno de los grandes mitos del siglo XX, sus ideas recorrieron el mundo tanto como su imagen, destacó.
También su hijo Camilo Guevara March (1962-2022) en una de sus entrevistas definió que el estímulo para el trabajo fotográfico de su padre fue «así como la necesidad de acercarse al ser humano”.
En la Patria de José Martí captó instantáneas gráficas de las nuevas industrias creadas por la Revolución, tareas sociales, trabajo voluntario, autorretratos y de sus obligaciones como comandante, grado ganado en la lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista (1952-1958).
También vislumbrar su juventud en Rosario, la tierra natal, de estudiantes, y su andar por América, en la mayoría acompañado por su gran amigo Alberto Granado.
Muchos biógrafos afirman que sus primeras fotografías fueron las realizadas durante su viaje por Latinoamérica que concluye en México, de 1953 a 1955.
Es en tierras mexicanas donde el Che pasa de simple aficionado a tener que convertirse en fotógrafo para ganarse el sustento. También fue cronista, guía de delegaciones extranjeras y trabajos en laboratorios fotográficos.
La riqueza cultural y natural de México lo lleva a graficar al Popocatépetl, el volcán activo más prominente del país.
Como colaborador de prensa logra importantes instantáneas durante los Juegos Panamericanos de 1955, cuando conoce a Fidel Castro y otros revolucionarios cubanos y se alista para participar en la gesta para derrocar la tiranía cubana.
Desde sus distintos cargos y de cumplir misiones gubernamentales por el mundo conserva escenas de diversos países asiáticos y de Europa.
En sus espacios familiares dejó constancia del amor por los suyos, hasta el momento de su partida para el inicio de una nueva experiencia guerrillera como Ramón.
Hasta muy cerca de su muerte, en Bolivia, sintió la necesidad de enviarle una foto a sus hijos para que supieran de la nueva obra, empeño y circunstancias en que estaba. Para Aleidita, como es conocida su hija, las facetas más destacadas de su padre son como un poema, donde está el médico, el investigador, el humanista, el revolucionario, y en cada imagen de su autoría está la sensibilidad que supera el virtuosismo.
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