La pérdida de miles de textos únicos en un incendio llevó a instaurar tan significativa fecha, así desde el año 1997 se enaltece a un sitio que alberga en su interior cultura, tradición y hasta la historia misma contada de diversas maneras por uno y otro autor.
Una mirada al pasado nos coloca en 1992, cuando la Biblioteca Nacional y Universitaria de Bosnia y Herzegovina, conocida como Biblioteca de Sarajevo, quedó en ruinas debido al conflicto bélico de los Balcanes.
De aquel suceso, quedó guardada en la memoria la imagen del músico bosnioherzegovino Vedran Smailović, quien tocaba su violonchelo entre las cenizas.
Aquel bombardeo sacó a la luz un detalle curioso: el hombre que ordenó lanzar los proyectiles incendiarios era usuario de la biblioteca, el profesor universitario especializado en la obra de Shakespeare Nikola Koljevic (Banja Luka, 1936 – Belgrado, 1997).
El fuego destruyó miles de libros y numerosos incunables (impresos antes del 1 de enero de 1501). No obstante, otros miles se salvaron gracias a los empleados que los arrojaban desde las ventanas.
Como si se tratara de una obra divina, algunos ejemplares de gran valor habían sido retirados previamente y guardados en lugares secretos.
El Día Internacional de las Bibliotecas se celebra por iniciativa de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, la cual visibiliza y reconoce la labor de estas instituciones, sus servicios y recursos profesionales, también estimula a quienes trabajan en ellas.
Aquellos templos literarios que sobresalen por sus majestuosos diseños figuran en igual orden: Biblioteca pública de Sttugart (Alemania), Biblioteca de Tianjin Binhai (China), Biblioteca Nacional de Sejong (Corea del Sur), Diamante Negro o Biblioteca de Copenhague (Dinamarca) y Biblioteca de Alejandría (Egipto).
Seguidos por la Biblioteca Nacional y El Escorial (España), Biblioteca Pública de Nueva York (Estados Unidos), Biblioteca de París de Santa Genoveva (Francia), Biblioteca de Birmingham (Reino Unido), Biblioteca de la Universidad Nacional Autónoma de Ciudad de México (México), Biblioteca Book Mountain, de Spijkenisse (Países Bajos), y Biblioteca Sur de Lima (Perú).
Ni el avance tecnológico, que a pasos agigantados envuelve al ser humano, supone un desafío para dichos espacios, capaces de reinventarse para una mayoría que prefiere -y preferirá- el placer de hojear entre aromas de antigüedad los más enriquecedores relatos.
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