Pudo ser este homenaje un buen banquete musical, amenizado con guarachas, boleros o el mejor de los cha cha chás, género con el que alcanzó sus mayores éxitos como autor, como los temas “Sabrosona” y el popular “Bodeguero”, aunque también compuso sones montunos, danzones y canciones.
A Egües se le considera el más célebre de los flautistas populares cubanos, pilar de la legendaria orquesta Aragón, una simétrica melodía de Mozart en “La flauta mágica” o un legado del dios Pan (de la mitología griega), de ahí el nombre de Flauta de Pan, una de las variedades de este instrumento.
Realizó estudios de clarinete, siendo lo primero que aprendió, pero debutó musicalmente tocando los platillos, el bombo y los timbales en una banda municipal.
No le bastó a Egües y, como si fuera en sí solo una agrupación musical, también se preparó en el saxofón y luego el piano, pero el instrumento que le dio la fama fue la flauta.
Desde entonces pasó a integrar la legión de músicos cubanos que se destacaron con tan antiquísima herramienta, influenciando en la evolución del danzón durante la primera mitad del siglo XX.
En resumen, literalmente el hombre orquesta. Tocaba todos los instrumentos, fue uno de los músicos más respetados de Cuba por sus clásicas composiciones y excelentes orquestaciones, características que definieron el timbre de la Aragón.
Como sucede con la mayoría de los verdaderos talentos, Egües tuvo otros oficios, en este caso, afinaba pianos por toda La Habana e hizo bailar a mucha gente, y tanta alegría le dio su dedicación al teclado que inspiró su manera de enfocar la flauta con virtuosos solos, dignos hasta de los más insustanciales conciertos.
La guitarra no pudo escarparse de sus refinadas manos y como un escultor que talla sus figuras, así lo hizo este músico con sabrosos compases hasta llegar a la Aragón junto a Rafael Lay.
Con Egües y Lay, la agrupación adquirió una sonoridad y sello propios, convirtiéndose en una de las principales orquestas típicas del siglo XX en Cuba.
Sus improvisaciones con la flauta se hicieron tan famosas que casi todos los ejecutantes del instrumento en las orquestas típicas, tanto en Cuba, como en el extranjero, comenzaron a imitarlo.
Lo que se dice un músico completo. Incursionó, además, con mucho éxito en el campo de lo clásico y su sonido salió a brillar otra vez durante el boom del Buena Vista Social Club cuando ofreció una magistral improvisación de flauta en la grabación de “Tres lindas cubanas”.
Falleció a los 82 años de edad en septiembre de 2006, quedando huérfana una parte de la historia de la música cubana del siglo XX, uno de los maestros indiscutibles, a quien la flauta y el cha cha chá deben extrañar.
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