En un Stade de France repleto en sus 80 mil butacas y probablemente con la lluvia otoñal como testigo chocarán las viejas escuelas de los All Blacks maorís y los Springboks africanos, dos tricampeones mundiales que buscarán el reinado absoluto del viril deporte con su cuarta corona en esta décima edición de la copa, la cual arrancó el 8 de septiembre.
Los pronósticos poco valen, cualquier cosa puede pasar, la renovada Nueva Zelanda después de los títulos en 2011 y 2015 cayó en su debut ante Francia para renacer como el Ave Fénix en cuartos de final frente a la líder del ranking Irlanda (28-24) y aplastar en semifinales a Los Pumas argentinos (44-6).
Por su parte, la campeona defensora Sudáfrica vino a suelo galo con pocas caras nuevas en la selección del técnico Jacques Nienaber, pero con sentidas ausencias, como las del “hooker” Malcolm Marx y los titulares hace cuatro años en tierras niponas Lukhanyo Am y Lood de Jager.
También los Springboks cedieron una vez en la clasificatoria, 8-13 ante Irlanda, e igualmente supieron renacer, aunque de una manera mucho más espectacular, con un 29-28 en cuartos contra Les Bleus y una increíble remontada 16-15 en semis a costa de La Rosa de Inglaterra.
La final de esta noche será una reedición del duelo por la copa de 1995, jugada en Johannesburgo ante los ojos del eterno Nelson Mandela, en la que los locales vencieron 15-12 a los All Blacks, después de perderse las citas universales de 1987 y 1991 al estar sancionada Sudáfrica por el apartheid.
Las poderosas escuadras volvieron a enfrentarse en 1999 por el tercer puesto, otra vez con triunfo africano; en los cuartos del 2003, en esa ocasión con éxito neozelandés; en las semifinales del 2015, nuevamente con sonrisa para los All Blacks; y en la fase de grupos del torneo del 2019, otra vez con victoria maorí.
Esa es la historia escrita, esta noche se trazará una nueva por lo que estará en juego para los All Blacks, quienes jugarán la cifra récord de una quinta final mundial en el rugby XV, y para los Springboks, enrolados en su cuarta.
La víspera, en la batalla por el bronce los ingleses hicieron valer su pedigrí y se quedaron con la parte más baja del podio ante una Argentina que peleó duro hasta ceder 26-23.
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