Por Daimarelys Pérez
Redacción de Cultura
Con más 30 años de estrenado y un elenco de estrellas, todas consagradas -aunque algunas ya no están- y su ópera prima en largometrajes de ficción, “Adorables mentiras” tuvo su lanzamiento mundial en el Festival Sundance (1992) y a partir de esa arrancada los galardones le llegaron en bandadas.
Uno tras otro recibió lauros la cinta protagonizada por Luis Alberto García e Isabel Santos, una pareja icónica de la cinematografía cubana, pero “Adorables mentiras” fue solo el comienzo de muchos memorables momentos para Chijona y su obra.
La película mereció el Colón de Oro en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, España (1992); el Primer Premio en el Festival de Cine de Peñiscola, España (1993), pasando por el premio Coral al Mejor Guion, de Senel Paz, en el XIII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana (1991); y el Premio El Quijote, otorgado por la Federación Internacional de Cine Club, en el mismo evento.
También, el premio Caracol a la Mejor Dirección y Guion en el Festival de la Sección de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (1991); y el de de la Associazione per la Promozione de Cultura Latinoamericana in Italia al Mejor Guion y a la Mejor Escenografía en la VII edición del Festival de Cine Latinoamericano, Trieste, Italia (1992).
Se le sumaron el galardón Mikeldi de Oro en el XXXIV Certamen Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao, España (1992), y fue seleccionada entre las mejores películas exhibidas en ese año, entre otros importantes reconocimientos.
Fue una rotunda y absoluta victoria para el cine cubano, y para Chijona en particular, después de realizar todo un ejercicio profesional con sus documentales no menos exitosos “Una vida para dos” (1984), “Cuando termina el baile” (1985) y “Kid Chocolate” (1987).
LA ESCUELA DOCUMENTAL Y LA DE LOS MAESTROS
En declaraciones exclusivas a Prensa Latina, Chijona señaló al documental como una escuela, la experiencia que muchos directores de cine debieran tener. Mi paso por ese género fue una vivencia inolvidable, todo a nivel humano; es la lección que le queda a uno, ese acercamiento documental a la realidad, fue mi entrenamiento para empezar en la dirección, narró.
Cuando concebí “Ella vendía coquito” (tercer premio Caracol de Dirección, III Festival de la Uneac de Cine, Radio y Televisión, 1986) escribí el guion como si fuera ficción y no hice ni teatro ni televisión porque quería sentir lo que es dirigir actores, “pero los primeros ejercicios hacia este camino cuentan, además, siempre confié en actores más experimentados”.
El realizador cubano relató sobre su trabajo en “Adorables mentiras” que fue para él “un gran amor cinematográfico”. Por lo menos así lo trasmitió en la entrevista, con un arrojo de pasión hacia ese filme sobre la condición humana.
No podía ser menos, al conversar con él da la impresión de conocerlo hace mucho tiempo, mejor aún, su interlocutor percibe el respeto de este director -antes asistente de dirección- por quienes trabajan a su lado y por la gran pantalla.
Un pasaje particular en su trayectoria fue el personaje de Nancy, encarnado por la reconocida actriz cubana Mirta Ibarra en su primer largometraje de ficción.
Me enamoré de él, tenía tanta fuerza su argumento que se tragó la película; también vale la pena destacar de esta comedia de equívocos el afán de sus personajes por ser felices a toda costa, aunque eso signifique mentir, apuntó.
Con humildad compartió acerca de todo lo que aprendió viendo trabajar a los demás.
Trabajé con los mejores realizadores, pero con Pastor Vega (destacado director de cine cubano) tuve una relación muy particular porque fue quien, creo, más confió en mí, me dejaba hacer.
Pastor era muy exigente y me gusta esa escuela de la exigencia; juntos hicimos dos películas -“Retrato de Teresa” (1979) y “Habanera” (1984)-, en ambas participé como asistente de dirección.
Fue de las cosas aprendidas, la de tener un equipo y cómo repartir las tareas. Asimismo supe que, en el caso específico de los directores, quienes querían estar en todas partes al final no estaban en nada, señaló.
Debía concentrarme en los actores como mi objetivo principal, subrayó Chijona; eso sí, la película la hago en la prefilmación, cuando me encierro con ellos todas las mañanas en mi casa a ensayar.
Siempre tuve muy claro qué quería y a dónde ir, y en eso me enfoqué; en ocasiones miraba a Humberto Solás (laureado realizador cubano), en su magia para inventar una escena; él llegaba al set y le preguntaban por dónde empezaban y decía: “no sé”, pero yo no puedo hacerlo así, tengo que hacer la tarea, describió.
Cuando el guion está frente a mí, después de estudiarlo durante un año y aprendérmelo de memoria, entramos al set a ensayar, y a los 15 o 20 minutos comenzamos el rodaje, relató.
Al aludir nuevamente a “Adorables mentiras”, Chijona indicó que lo lindo del universo del cine se basa en ese regalo al espectador, en el momento en el cual terminas con el producto completo.
Tú concluyes un filme y ya no es tuyo, cuando se aprueba en el laboratorio se acabó, exclamó, “porque el destino final es el público y tienes que buscar otra historia, aunque sí queda esa vanidad de estar en los festivales y, sobre todo, las ventas para poder hacer la siguiente película”.
El reconocido cineasta cubano comentó que a “Adorables…”, como la llama, llegó con todas las inseguridades de la primera cinta de ficción, pero se pudo recaudar y con la financiación en coproducción con España logró producir una cinta cada dos años en la última década.
Esta película tiene 30 años y si está viva es porque algo hicimos bien, expresó.
LO QUE ENSEÑAN LOS FESTIVALES
El salto a los eventos representó un reto para Chijona, y una experiencia importante fue el Festival Internacional de Cine Sundance, un certamen anual que se desarrolla en Estados Unidos.
Con un taller de guion en el estado de Utah entré al Sundance y pasé un entrenamiento con escritores de lujo, narró.
Después me presenté con el proyecto de “Adorables mentiras”, me pusieron dos actores americanos y ahí aprendí que el casting de una película es casi el 70 por ciento del trabajo de un director.
El estreno en ese festival fue “un bombazo”, viajamos con la obra y, menos en Venecia, estuvimos en todos los eventos importantes de cine, contó con orgullo y humildad a Prensa Latina.
Chijona tiene ya concebido su nuevo proyecto fílmico, pero prefirió aún no hablar de él, no porque crea en aquello de que los planes no se cuentan, sino por no depender ahora mismo de él.
Mientras, continúa con un marcado interés por la dirección de actores, “con lo cual soy muy obsesivo” y por la comedia, género que le gusta porque “tengo un pésimo sentido del humor”, concluyó.
Tuvo Chijona recientemente un intercambio con el público en el Hotel Nacional de Cuba, un lugar mágico, «Un paraíso bajo las estrellas», también título de una de sus cintas.
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