Era 1943 y Alicia tenía poco más de 20 años cuando sustituyó a Alicia Markova en este rol protagónico durante la temporada del American Ballet Theatre en el Metropolitan Opera House de Nueva York.
Debutó con éxito, y luego el mundo se daría cuenta de que esa noche se iniciaba una nueva era en la historia del personaje y de la obra, por la trascendencia de lo que ha aportado la artista cubana como bailarina y coreógrafa al famoso ballet romántico.

Con el correr de los años la crítica ha reconocido que hay un antes y un después de Alicia Alonso en la historia del ballet, dada la simbiosis forjada entre artista y personaje que lleva a planos de éxtasis la experiencia estética de este clásico por excelencia.
El triunfo de la bailarina cubana en Giselle no sólo fundó un gran camino para la danza en su país, sino que extendió luz sobre toda Latinoamérica, según destacan los especialistas.
Refieren que la determinación innegociable de Alicia de mantener su nombre latino en momentos en que los apellidos eslavos o anglosajones parecían determinar el éxito en las taquillas, no solo evidenció su convicción por mantener su identidad, sino que validó la cultura latinoamericana en el arte del ballet.
Por tal motivo la prima ballerina assoluta no es únicamente la legendaria bailarina de los cubanos, sino que su dimensión simbólica, su arte y labor, pertenecen a todo el continente y al mundo entero.
De acuerdo con la crítica, Alicia (1920-2019) demostró al interpretar durante medio siglo el rol de Gisselle la presencia de un profundo tra bajo de dramaturgia, de justificación teatral, de devolución fresca de la pantomima, en una labor realmente ejemplar de cómo trabajar un clásico.

Por otro lado Gisselle, versionada por Alicia, ha sido durante mucho tiempo la carta de presentación del Ballet Nacional de Cuba, compañía que ella misma fundó hace 75 años junto a Alberto Alonso y Fernando Alonso.
El reconocimiento mundial conquistado le permitió renovar la coreografía de este clásico, mejorando sus aspectos técnicos y actualizando la dramaturgia de la historia.
La versión de Alicia llegó al repertorio del Teatro Colón de Buenos Aires; el Teresa Carreño, de Caracas; el de la Ópera de Viena y el Teatro San Carlo de Nápoles, entre otros grandes ballets del mundo.

El cine inmortalizó la simbiosis Alicia-Gisselle, dejando testimonio de un despliegue técnico exquisito, del histrionismo al más alto nivel, mostrando en escena el carisma y poder inusuales de una bailarina cubana que hace mucho es histórica, reconocida como la última gran diva del ballet.
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