En esta parte central de Cuba las riquezas en esta etapa dependían de la producción del azúcar de caña, a costa de la explotación de miles de esclavos africanos que llegaron con sus tradiciones y cultos ancestrales.
La santería, adoración de deidades surgidas del sincretismo -de santos de la religion católica- tiene una importante influencia en los siglos XVIII y XIX con el arribo de practicantes de las religiones Yoruba, Arará, Abakuá y Congo.
En Trinidad, Patrimonio Cultural de la Humanidad, el cabildo San Antonio visitado por Prensa latina y activo en la actualidad, tuvo sus orígenes cuando un grupo de congos libres adquirió en 1845 una vivienda para conservar su cultura y ayudar a sus hermanos más necesitados.
Se funda en 1856 en una de las casonas de la calle San Antonio, con techo tradicional en sus inicios y paredes de embarro -pajas y barro-, nueve habitaciones, seis ocupadas por la familia y las restantes para las prácticas rituales.
Los Congos Reales de Trinidad poseen su bandera, que se caracteriza por tener rayas rojas y amarrillas con el fondo negro, además de la cubana situada en una esquina del altar.
Según relatos de la familia de los Telles, en el patio de la casona, en una cueva, tenían una gran culebra alimentada y cuidada por la institución.
Cada 12 de junio, día de celebración, se inicia con los toques para llamar o invocar a los dioses u orichas, que no pueden negarse y deben acudir, en la tarde al santo se le ofrece comida, un ajiaco –un cocido con viandas y verduras- en una jícara, su oté o aguardiente de caña, se prenden velas, se baila y canta.
Durante esta fiesta –Patrimonio de la localidad- la efigie del patrón se lleva en procesión hasta la Iglesia de Paula y en días sucesivos se realizan diversos rituales y llegan hasta las márgenes del río Táyaba.
Mientras en el cabildo Luz Divina de Santa Bárbara, en el barrio de Jesús María en Sancti Spíritus, Monumento Nacional, -sitio frecuentado por turistas extranjeros y nacionales- conserva la historia de sus antepasados y la vinculación con las guerras independentistas.
Entre sus paredes y toques se viaja en la cubanía, al ser fieles a las deidades afro que llegaron para cultivar el amor, indica Felicia Pérez, vecina de la sala de culto donde los perfumes y los olores a cera lo invaden todo.
La vivienda se conserva desde la segunda mitad del siglo XIX. Desde sus inicios María Sixta Valle, su dueña, tenía dos encantos: la libertad de la isla y sus deidades.
En el altar principal se mantienen presentes la bandera cubana y Changó. Fue mambisa espirituana y alcanzó los grados de capitana del Ejército Libertador en la guerra grande (Guerra de los Diez Años, 1868-1878).
A más de un centenar de trapiches –ingenios- que existieron en estas dos villas, en la actual provincia central de Sancti Spiritus, llegaron miles de esclavos dando paso al sincretismo, adoraciones y ritos para luchar y combatir la explotación, desmanes de los colonizadores españoles.
mem/rga