El mejor homenaje que puede recibir esta dama del teatro cubano en su cumpleaños se traslada al festival de esta manifestación en La Habana, evento bienal fundado en 1980, el cual vio la luz por primera vez cuando la artista tenía 55 años de edad y su carrera en el cine también estaba en pleno apogeo.
Basta destacar el filme «Un hombre de éxito», del realizador Humberto Solás (1986), un escenario cómodo para Revuelta y una participación destacada dentro de una producción multipremiada en diversos festivales internacionales.
La mujer de rostro serio solo era imagen; imponía, pero, a la vez, despertaba emociones y ganas de aprender, pues fue excelente profesora teatral.
Estremecía hasta las mismísimas tablas del teatro más sólido y es que en esa manifestación encontró su hogar, aunque incursionó en radio, cine y televisión.
Raquel Revuelta provenía de una familia de actores, hija de Silvia Planas y Vicente Revuelta, su hermano también fue un reconocido dramaturgo con el mismo nombre de pila del padre.
Dirigió el grupo Teatro Estudio desde 1958 hasta poco antes de su fallecimiento en 2004, una compañía creada en 1958 por varios artistas, como Sergio Corrieri -a quien se le dedica este año el Festival de Teatro de La Habana (FTH), Raquel y Vicente Revuelta.
A dicha compañía se le considera una de las más emblemáticas de Cuba, y debutó con «Viaje de un largo día hacia la noche», de Eugene O’Neill, resultando todo un acontecimiento teatral con una notable acogida del público.
Durante varios meses aquella obra de Teatro Estudio logró mantenerse en escena y obtuvo cuatro de los premios que anualmente concede la Asociación de Reporteros Teatrales y Cinematográficos: Mejor Dirección, mejores actuaciones femenina y masculina, y Mejor Escenografía de 1958.
La puesta en escena prestigió, tanto al conjunto, como a la actriz en la que se convirtió Raquel; fue esa formación teatral considerada por la crítica como la experiencia más fecunda, y uno de los grandes momentos del teatro cubano del siglo XX.
Como una imprescindible actriz, Raquel realizó un loable trabajo en televisión, convirtiéndose en una popular presencia, especialmente, en programas dramatizados.
Junto a Gina Cabrera demostró que su físico, su voz y su talento aportaban una garantía de éxito a cada propuesta en la cual aparecía, una de esas presentaciones fue «Un romance cada jueves», entre los espacios de mayor rating.
Así resultó con sus incursiones en La novela de las diez o Teatro del Domingo y Grandes Novelas, labor que desempeñó con actuaciones memorables en piezas como «Medea» o «Un tranvía llamado deseo».
Al llegar el año 1959, Teatro Estudio se reafirmó como una de las agrupaciones más sólidas en su estética.
En 1968 se estrenó «Lucía», el impresionante debut como director de largometrajes de Solás, y ella fue la protagonista del primero de los tres relatos del filme, en su aparición más celebrada.
Otras películas llegaron después, como «Cecilia» (1981), también de Solás.
En la pantalla chica, bajo la guía de Roberto Garriga y otros fundadores de ese medio en Cuba, hizo dos versiones muy populares de «Doña Bárbara», a partir de la novela de Rómulo Gallegos.
Fungió como profesora del Instituto Superior de Arte, en 1985 recibió un doctorado Honoris Causa de esa institución, donde fue Decana de la Facultad de Arte Teatral, obtuvo la distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Alejo Carpentier y recibió un Coral de Honor por su trayectoria cinematográfica en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
También mereció el Premio Nacional de Teatro, en su primera edición, compartido con Vicente Revuelta en 1999.
El teatro cubano no puede estar mejor representado que con el recuerdo de esa actriz, quien con un réquiem está presente en cada edición del FTH, contexto para tributar honores a los Revuelta, a Corrieri, a Julio García Espinosa y a tantos creadores de esta expresión artística.
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