Célebre por su trabajo de recuperación de brazos, el pinareño de 72 años lleva décadas recogiendo de la arcilla esperanzas rotas para armar campeones, al traer de vuelta a los terrenos a muchos lanzadores aquejados de molestias y lesiones, que un día pensaron habían llegado al final de sus carreras.
Más allá de un científico del montículo es un artesano, una fuente inagotable de conocimientos y un puente entre el atleta y el éxito, que ha sido imprescindible en el desarrollo de este deporte.
Los serpentineros que han tenido el privilegio de pasar por sus manos han obtenido más de mil victorias, varias de ellas vistiendo el uniforme del equipo Cuba.
«Recibir este premio a la edad que tengo es un honor tremendo. Siento mucha satisfacción que después de 50 años de trabajo me hayan puesto en la mira para homenajearme de esta manera», declaró a Prensa Latina.
«Pienso que esto es producto de mi perseverancia durante tanto tiempo. Soy viejo y he estado enfermo, pero eso nunca me ha limitado para seguir luchando y trabajando. Que me lo otorguen acá, dentro del evento científico-deportivo más importante del país, hace que me sienta más emocionado», agregó.
Uno de los casos más mediáticos que llevan la firma de Cortina, es el de Mariano Rivera, un joven jugador de cuadro que convirtió en lanzador y luego llegó a ser el cerrador estrella de los Yankees de Nueva York en el beisbol profesional de Estados Unidos (MLB).
Después de su retiro, el panameño fue elegido al Salón de la Fama de Cooperstown con el 100 por ciento de los votos, algo que jamás había ocurrido en la historia.
El otro galardonado con este premio fue el gran investigador Carlos Rodriguez, quien fuera director de Ciencia y Técnica del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación y vicerrector de investigaciones de la Universidad del Deporte Manuel Fajardo.
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