Esta joya de la arquitectura, una de las tres catalogadas así en Sancti Spíritus, ha logrado vencer los embates del implacable paso del tiempo, envuelta por la magia de mitos y leyendas, así como por el talento de sus constructores para lograr una obra perdurable.
Su cercanía a la Iglesia Parroquial Mayor y al Teatro Principal –las otras dos joyas- la dotan de hechizo y misticismo. Lo mismo a pie que viajando en un medio de transporte es imposible dejar de admirar su belleza, sobre todo cuando el río está en sus mejores tiempos.
Textos consultados dan fe que desde 1660 los espirituanos anhelaban la construcción de un viaducto, aunque entre una cosa y otra, incluyendo la recaudación de fondos, es en 1817 que se coloca la primera piedra de esta monumental obra.
Son sus cinco arcos y su estilo románico lo más llamativo, y quienes han visitado otros lugares del mundo afirman haber encontrado alguno parecido pero ninguno exactamente igual ni tan sólido, quizás con el añadido de la tradición oral que achaca esto a una inusual mezcla.
María Antonieta Jiménez, Historiadora de la Ciudad, en uno de sus textos señala que la tradición oral le atribuye la calidad del mortero tradicional a estar mezclado con leche de burra y apunta que consta en documentos que estuvo empedrado y pintado de blanco y verde.
Para erigirlo fue vital el aporte del pueblo, mientras que al frente de la obra estuvieron los maestros albañiles Domingo Valverde y Blas Cabrera, ambos andaluces, quienes usaron ladrillo, cal y arena, y contaron con los fuertes brazos de presos y algunos esclavos.
También tuvo el apoyo de personalidades como el obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, quien visitó por segunda vez la villa en 1819, según consta en materiales consultados.
Al fin se concluyó en 1831 y ha sido objeto de remozamientos, pero allí sigue encajando como una pieza perfecta en uno de los más bellos paisajes que ofrece a la vista esta ciudad, la cuarta de las siete primeras villas fundadas en Cuba por los españoles.
Cada 4 de junio la otrora villa del Espíritu Santo celebra su cumpleaños, este año con la connotación de arribar al aniversario 510, cifra respetable para una ciudad, en tanto su puente es un símbolo sociocultural que ostenta, además, la condición de Monumento Nacional.
Güijes rondan las márgenes del río -el cual unas veces muestra las piedras de su fondo y otras las cubre con sus aguas-, e integran el patrimonio inmaterial y se enlazan a esa joya de la arquitectura colonial con la cual es identificada sin más preámbulos la ciudad de Sancti Spíritus.
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