Por Norland Rosendo González
De la redacción de Deportes
Con 14 temporadas en la nómina de los Cocodrilos y dispuesto a seguir si lo convocan para la próxima, Tamayo funge como entrenador de bateo del elenco de la ciudad de Matanzas, representante de esa provincia en el certamen de Pequeñas Ligas.
Conocido entre los aficionados por su iniciativa de lanzar cubos con agua desde el banco para celebrar los éxitos de Matanzas en campeonatos de mayores, Tamayo disfruta el trabajo con los menores.
“Creo que mi final en el béisbol en activo está llegando y deseo mantenerme vinculado como entrenador, si es con las categorías infantiles, mejor”, comenta en exclusiva con Prensa Latina.
Confiesa que le ha ido muy bien en los dos años que lleva trabajando en las Pequeñas Ligas, cuyo certamen nacional transcurre por estos días.
“El año pasado quedamos en bronce, perdimos en la semifinal con Habana del Este (representante de La Habana) y estamos trabajando fuerte y enfocados, con aplicaciòn la ciencia e innovando en los entrenamientos para mejorar los resultados”, enfatiza.
Tamayo defiende el concepto de que lo más importante no es la medalla, “que siempre se agradece y estimula, sino la formación de los niños, que aprendan a jugar correctamente el béisbol”, advierte.
El carismático jugador y entrenador se enfoca en ayudar al colectivo técnico a enseñar los fundamentos de juego para que los ejecuten bien y en el bateo específicamente insiste en la necesidad de seguir siempre la bola con la vista, hacer contacto con buenos picheos.
“Tratamos de que no se disocien y estén concentrados en los juegos todo el tiempo, eso es difícil en la actualidad, pero resulta necesario si quieren ser buenos peloteros”, explica.
Cuenta que además les transmite su experiencia sobre la importancia de estar pendientes de todo en el terreno, los enseña a ser hábiles y minimizar las oportunidades del contrario.
“Los niños son como esponjas, lo captan todo muy rápido y eso hay que aprovecharlo en su formación”, añade.
El también profesor de Educación Física y estudiante universitario de la carrera de Cultura Física considera que la clave del éxito radica en no descuidar ningún detalle, el béisbol es un deporte de detalles, por hacer mal las cosas en una solo jugada puedes perder un partido y hasta un campeonato, acotò.
“Nosotros insistimos en que hagan las asistencias, sepan batear por detrás del corredor o llevar la pelota a los jardines para impulsar carreras; ponemos énfasis en el juego colectivo, les enseñamos que en este deporte se gana con el aporte de todos, no de uno solo ni por acciones individuales”.
Tamayo recuerda a la mayoría de los entrenadores en su carrera deportiva, afirma que de casi todos ha aprendido, pero agradece especialmente las enseñanzas de Víctor Mesa durante el tiempo que dirigió en Matanzas y también escucha mucho al actual mentor Armando Ferrer y los demás entrenadores, conocimientos que traslada a sus alumnos.
Sobre sus pocas oportunidades de juego, reconoce que Matanzas tiene muy buena nómina en la Serie Nacional, pero él siempre está enfocado en el juego por si le dan un chance no desperdiciarlo y tratar de ejecutar una buena acción, sea ofensiva o guante en mano.
“Soy positivo en todo momento, se que es difícil ser titular, pero los directores saben que estoy disponible para lo que haga falta, ya sea tocar bola, correr o animar a mis compañeros desde el banco”.
En 14 temporadas, acumula 199 jits, 159 carreras anotadas y 69 impulsadas, con .273 de promedio ofensivo y .977 a la defensa.
Cuando hace una retrospectiva de su carrera, Tamayo dice que nada se compara con el campeonato nacional ganado en 2019, en aquella final contra Camagüey.
«Es lo más grande que he vivido, después de tantos años en segundo o tercer lugar, quedándonos cerca del título, fue muy emocionante, muy grande lo vivido esos días», asegurò.
Sobre ese lapso de Víctor Mesa como timonel en que los llamados Cocodrilos siempre estuvieron en el podio, pero nunca en el sitio más alto, rememora que trató de alejar los malos pensamientos de quienes decían que nunca iban a ganar un campeonato.
Entonces llegó Ferrer, recuerda, y logramos ese título. Aquellos días fueron históricos, de alegrías, emociones y celebramos intensamente lo que tantas veces tuvimos cerca y no pudimos conseguir.
Y no solo nosotros fuimos los más felices del mundo esas jornadas, rememora con cierta nostalgia en los ojos, mientras un grupo de sus actuales alumnos escuchan muy atentos su relato.
“También el pueblo de Matanzas, la afición, gente que no sigue el béisbol o el deporte, pero que vivió ese éxito como suyo, y eso nos hizo doblemente felices”.
Tamayo hubiera querido jugar más, dejar mejores números para la posteridad, pero dice que está satisfecho con su aporte a Matanzas, y que su misión ahora es ayudar a las nuevas generaciones para que la provincia se mantenga en la élite del béisbol cubano.
Sobre su futuro inmediato se ve entrenando niños y entre ellos, a su hijo de siete años, pero ahora su mente está en ayudar al equipo de las Pequeñas Ligas y en seguir sus estudios universitarios para terminar exitosamente la carrera.
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