Cuenta la leyenda que el nombramiento data del siglo XII, cuando mediante un decreto real la corona británica reclamó para sí la propiedad de las vistosas aves, aunque el motivo era bastante pedestre: garantizar que hubiese cantidades suficientes para llevar a la mesa durante todo el año.
Ahora ya no se comen, pero el edicto sigue vigente, y los únicos con derecho a disputarle los cisnes a la monarca son los gremios de tintoreros y viticultores, de ahí la necesidad de censarlos anualmente en una ceremonia conocida como “SwanUpping”.
El conteo se realiza desde hace 900 años en la tercera semana de julio, y solo se suspendió en 2012, debido a las grandes inundaciones que afectaron a Londres, y en 2020, por la pandemia de la Covid-19.
Durante los cinco días que dura el inventario, varios botes recorren unos 130 kilómetros río arriba y abajo en busca de los cisnes, que una vez avistados son atrapados para chequear su estado de salud y luego liberados nuevamente en su hábitat natural.
Las aves que captura la flotilla de la reina no son marcadas, mientras que a los polluelos apresados por los tintoreros y viticultores se les coloca una anilla en una de sus patas; pero no siempre fue así, pues tiempo atrás se les hacía una pequeña incisión en el pico.
Aunque Isabel II solo asistió a la ceremonia en 2009, la tradición atrae a miles de curiosos deseosos de ver al marcador real, quien comanda las embarcaciones ataviado con una chaqueta rojo escarlata y una larga pluma blanca que sobresale de su gorra marinera.
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(Tomado de Orbe)