«Algunos diplomáticos sufren hoy presión a veces pública y personal para que se sumen a estos actos de desestabilización», expuso Rodríguez durante una comparecencia ante funcionarios de embajadas en la isla caribeña.
El jefe de la diplomacia denunció también las amenazas contra corresponsales de la prensa extranjera acreditados en La Habana y a sus familias, «supuestamente por no reflejar una realidad que no existe en nuestro país».
De igual forma, reclamó el cese de las acciones ejecutadas contra amigos de Cuba, desde dominios y cuentas establecidas en territorio de la Florida.
El ministro de Relaciones Exteriores dijo que solo en septiembre la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (Usaid) asignó un paquete de seis millones de dólares a organizaciones que operan en ese territorio sureño, Washington y Madrid en el negocio de la industria anticubana.
«Se ha presentado evidencia pública irrefutable sobre las acciones de reclutamiento, entrenamiento, financiamiento, organización y apoyo logístico de agentes internos en Cuba, quienes para la ley de Estados Unidos calificarían como agentes extranjeros y amenazarían con penas extremas de privación de libertad», afirmó.
El canciller manifestó que ese dinero va a parar a determinados bolsillos y mecanismos de corrupción electoral desde la Florida.
En otro momento, cuestionó la operación de toxicidad en la comunicación en las redes sociales, así como la política de aliento al odio, incitación a la violencia y el delito, que pone en riesgo al pueblo de la isla caribeña.
Cuba ejercerá el derecho a la paz, a vencer una pandemia y derrotar las medidas de Estados Unidos en un momento de crisis humanitaria internacional, expresó.
También -añadió- continuará haciendo los mayores esfuerzos para sortear las dificultades económicas.
El titular remarcó que la nación antillana utilizará sus leyes de forma estricta y en apego a los principios del Estado socialista de derecho, a la vez que no permitirá un enfoque a su Constitución que intente violentarla o destruirla.
La política de Estados Unidos está condenada al fracaso, es disfuncional, obsoleta, costosa e ineficaz. Provoca descrédito y aislamiento. No ha funcionado en 60 años y no funcionará ahora, aseveró.
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