El Diablo Cojuelo y La Patria Libre no pasaron del primer número. Así que, ya deportado en España, fue donde se imprimieron más escritos suyos. Se conocen ocho aparecidos en la prensa peninsular entre 1871 y 1873: uno en La Soberanía Nacional, de Cádiz; tres en El Jurado Federal, de Madrid; y cuatro en La Cuestión Cubana, de Sevilla. Todos están relacionados con la guerra independentista que se sostenía entonces en la Isla.
La publicación gaditana era un diario que abrió su espacio al muchacho cubano que desembarcó en ese puerto y que apenas estuvo dos semanas en esa ciudad. Ya radicado en Madrid, en sus páginas presentó el 24 de marzo de 1871 el artículo titulado Castillo, luego incluido en el libro El presidio político en Cuba, donde Martí narró los horrores de la cárcel y las canteras habaneras. Este escrito muestra el infierno vivido por el anciano Nicolás del Castillo, obligado a trabajar más de doce horas diarias, y golpeado sistemáticamente.
A todas luces, Martí logró el efecto buscado de difundir entre los españoles aquellas atrocidades aupadas por las autoridades coloniales, pues antes de salir el libro, Castillo fue reproducido el 12 de abril de aquel año por La Cuestión Cubana.
Este periódico sevillano favorable a la independencia de Cuba, dos años después dio a conocer otros tres textos martianos: La república española ante la revolución cubana, el 12 de abril; La solución, el 26 de abril y Las reformas, el 26 de mayo. El primero se había impreso en forma de folleto en Madrid a finales de febrero de 1873.
Los tres insisten en el planteo de que la república instaurada en la metrópoli, en febrero de ese año, estaba obligada a permitir la independencia de la república por la que se peleaba en Cuba.
El Jurado Federal defendía desde Madrid la tesis de una república federal y Martí sostuvo amistad con su director, Francisco Díaz Quintero. Los textos allí publicados aparecen firmados los dos primeros por “Varios cubanos” y el último por Martí y su amigo Carlos Sauvalle, estudiante universitario de la isla también radicado en la capital española.
Son respuestas a ataques a los patriotas que peleaban en Cuba y a los cubanos patriotas que se hallaban en Madrid, a los que el diario madrileño La Prensa, monárquico, conservador y enemigo de la libertad de la colonia, acusó repetidas veces de estar conspirando en la ciudad con el término usado entonces de “filibusteros”.
Fue aquella una encendida polémica en que La Prensa amenazó más de una vez en llevar a los que acusaba de conspiradores ante los tribunales. El estilo firme, elegante y no sin cierta burla de las respuestas de sus compatriotas permite advertir la autoría de Martí, como siempre así lo han considerado los estudiosos de su obra.
Aquella precoz experiencia de defender la patria en el centro de la potencia colonial, con el peligro de ser acusados ante los tribunales, como trataron de hacer sus contrincantes de La Prensa, no solo fue un acto de valor sino también un ejercicio de cómo buscar la manera de manifestar el patriotismo dentro de los márgenes permitidos en aquella sociedad.
Así cierra uno de esos escritos que se afirma que los cubanos de Madrid no conspiraban, y que si alguno tenía simpatías por la causa libertadora insular, estaba al tanto de que España no era lugar para trabajar por esa idea, y también “saben que tienen expedito el camino para ir a tomar el fusil del incendiario en los campos de aquella Antilla, o una plaza en los buques de los filibusteros”.
mem/jpm/ppr
(*) Director general de la edición crítica de las Obras completas de José Martí.
(Tomado de Cuba Internacional No. 478).