Tal fue el desafío propiciado por su directora, la primera bailarina Viengsay Valdés, quien durante años soñó con que la Séptima Sinfonía, en coreografía del alemán Uwe Scholz, llegara a Cuba; pero no interpretada por extranjeros, sino por su propia compañía.
¡Y en qué momento lo logró! Tras casi un año sin pisar los escenarios debido a las medidas para combatir la pandemia de Covid-19 en el país; por eso dedicó la primera función a los creadores de las vacunas cubanas, que consiguieron un hito sin igual en todo este continente.
“Si hoy volvemos a los escenarios es gracias a esas mujeres y hombres que se entregaron a la noble y exigente tarea de crear vacunas para combatir una pandemia que aún hoy se mantiene como un desafío para el mundo entero”, aseveró la directora la víspera, previo al inicio del primer espectáculo en el Teatro Nacional.
Valdés recordó que la profesión del bailarín requiere de un intenso y disciplinado entrenamiento y subrayó: “El renacer cultural que experimenta el país agradece a sus científicos”.
“Por ustedes estamos hoy aquí, de nuevo sobre la escena, dando lo mejor de nosotros, y volviendo a tomar el rumbo que llevó a nuestra compañía a ser nombrada Patrimonio Cultural de la Nación. La primera función es para ustedes”, exclamó.
En el público se encontraban la viceprimera ministra de la República Inés María Chapman, el Dr. Eduardo Martínez Díaz, presidente de BioCubaFarma, y numerosos científicos participantes en los programas de creación y desarrollo de las vacunas en el país.
Como es lógico, del programa artístico la atención la acaparó el estreno en Cuba de Séptima Sinfonía, algo posible en poco tiempo por la buena vibra de la maestra española Roser Muñoz, experta en la reposición de coreografías de Uwe Scholz y con grandes dotes para demostrar y llegar al corazón de los bailarines.
No se trata de una obra sencilla, de hecho es tan intensa que los más de 40 minutos de la creación de Beethoven se diluyen en un momentico plagado de emociones y la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, bajo la dirección de Yhovani Duarte, rindió digno homenaje al músico alemán en el día de su nacimiento.
En consonancia con una sinfonía, la pieza demanda un extraordinario trabajo grupal, al punto de que sería injusto hablar de protagonistas y otros, cuando todos tienen la misma relevancia y gran cantidad de veces los bailarines deben ejecutar los mismos movimientos al unísono, o en sucesión, sin comodidades técnicas y con admirable control muscular.
Sin embargo, sobresale el profesionalismo, el nivel de entrega y la fluidez de la pareja integrada por los primeros bailarines Anette Delgado y Dani Hernández, que deberían ser modelos a seguir por tantos jóvenes nuevos en las filas del BNC.
Las funciones continuarán este 17, 18 y 19 de diciembre, y completan el programa las piezas Invierno, de la bailarina y coreógrafa cubana Elyregina Hernández, y Love Fear Loss (Amor Miedo Pérdida), del brasileño Ricardo Amarante.
Al BNC aún le falta trabajo para lucir completamente como una orquesta sinfónica; pero dio pruebas de voluntad y arrojo, de no temerle a los retos y de que Beethoven inspira, un tremendo comienzo en año tan difícil. Imposible imaginar un mejor cierre.
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