Al término de una reunión sobre la acuicultura en la economía rural, precisaron que las lecciones de la Covid-19 deberían fomentar las reformas hacia un sector más resistente para promover empresas eficientes y trabajo decente.
En la cita, que reunió a representantes de gobiernos, empleadores y trabajadores se precisó que esa modalidad contribuye de forma importante a reducir la pobreza y el hambre en muchas comunidades rurales vulnerables.
Actualmente constituye una importante fuente de medios de vida y alimentos para muchos en el campo, al registrar al menos 20,5 millones de personas que laboran en la producción acuícola primaria y muchas más en la cadena de suministro.
Según la OIT, con el crecimiento de la población mundial y las presiones medioambientales, la acuicultura tiene potencial para afrontar de forma sostenible los retos de la seguridad alimentaria y nutricional.
En varios países en desarrollo también se aprecia cada vez más su papel en el ámbito empresarial, la creación de empleo y la diversificación de los medios de vida, especialmente para los pobres de las zonas rurales.
«El crecimiento sostenible e inclusivo de la industria de la acuicultura podría ser más beneficioso para aumentar los ingresos y los medios de vida de muchas comunidades rurales, tanto costeras como del interior, y en este proceso, también contribuir a los esfuerzos de los gobiernos para aliviar la pobreza», precisa el documento final de la reunión.
Deben crearse marcos políticos coherentes centrados en el desarrollo sostenible de las empresas y en la mejora de la productividad, en la promoción de mercados laborales inclusivos, de competencias y en mecanismos adecuados de diálogo social que impliquen a empleadores y empleados, agrega.
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