Las cinco millones de personas elegibles para inmunizarse renuentes hasta ahora a hacerlo, representan un dolor de cabeza para el gobierno, frente a una pandemia que rebrota a niveles sin precedentes en el país.
La situación llegó al punto de que el comedido jefe de Estado perdió los estribos en una entrevista publicada anoche por el diario Le Parisien.
Molestar, fastidiar o cabrear son acepciones en español para el término “emmerder” utilizado por el mandatario para ilustrar el camino a seguir con estos ciudadanos.
Esto sucede en un escenario marcado por la detección de más de 200 mil casos en cinco de los últimos siete días, 20 mil personas hospitalizadas y la propagación acelerada de la variante Ómicron del coronavirus SARS-CoV-2.
“Realmente quiero molestar a los que no están vacunados, y seguiremos haciéndolo hasta el final, esa es la estrategia”, subrayó calificándolos de “pequeña minoría que resiste”.
Asimismo, manifestó que como no pueden ser inyectados a la fuerza ni encarcelados, la medida será no permitirles a partir del 15 de enero el acceso a restaurantes, teatros y cines, en alusión al pase de vacunación que el gobierno pretende implementar para entonces.
Anoche mismo se produjo la primera reacción a las declaraciones de Macron, cuando fue suspendido por segunda jornada consecutiva el debate en la Asamblea Nacional sobre un proyecto de ley que busca transformar el actual pase sanitario en pase de vacunación.
El objetivo es precisamente presionar a los franceses que por alguna razón descartan protegerse por la vía de los inmunógenos.
Según el presidente de la sesión, el opositor Marc Le Fur (Los Republicanos), tras los comentarios, no existen las condiciones para un trabajo sereno en el hemiciclo.
De entrar en aplicación, como se espera, el nuevo pase significará que para acceder a muchos sitios en suelo galo, será indispensable para los mayores de 16 años tener un esquema completo de inmunización contra la Covid-19, y ese documento no podrá activarse, como ahora, con una prueba negativa de PCR.
A menos de 100 días de la primera ronda de las presidenciales, las palabras de Macron a Le Parisien generan reacciones en las filas opositoras, que como es de esperar no van a desperdiciar la oportunidad de sacar ventaja de los sin dudas desafortunados comentarios.
“No le corresponde al presidente de la República distinguir entre los buenos y los malos franceses, debe unirlos a todos sin insultarlos. Sí, hay que tener el coraje de decir la verdad, pero el insulto nunca es la solución correcta”, advirtió la candidata conservadora Valérie Pécresse.
A esta aspirante las encuestas la sitúan cara a cara con el mandatario en el balotaje del 24 de abril.
En diálogo con la cadena CNews, la presidenta de la Región Parisina consideró que es momento de “poner fin a un quinquenio de desprecio”.
Por su parte, el líder de la Francia Insumisa y también aspirante al Elíseo, Jean-Luc Mélenchon, tildó de preocupante la posición del jefe de Estado.
“¿Controla el presidente lo que dice?. La OMS trata de convencer en lugar de constreñir, pero él opta por molestar (emmerder)”, escribió en Twitter.
La expectativa se centra ahora en el impacto de las declaraciones de Macron en las encuestas de cara a los comicios, a falta de otro elemento de peso para medirlo.
En los sondeos, el líder de La República en Marcha cuenta con una intención de voto en torno al 25 por ciento, al menos seis o siete puntos por delante de sus más cercanos rivales, Pécresse y la ultraderechista Marine Le Pen.
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