«Este es un gran avance en nuestra comprensión de lo que hacen esos esferoides masivos momentos antes de perder la vida», explicó el autor principal del estudio, Wynn Jacobson-Galán, entre los implicados de las universidades Northwestern y la de California, Berkeley.
Las evaluaciones anteriores, según la publicación, mostraron que las supergigantes rojas estaban relativamente inactivas antes de perecer, sin evidencia de erupciones violentas o emisiones luminosas.
Las nuevas observaciones, sin embargo, detectaron radiación brillante de una supergigante roja en el último año antes de explotar.
Al menos algunas de estas deben sufrir cambios significativos en su estructura interna, que luego resultan en la expulsión tumultuosa de gas momentos antes de colapsar, confirmaron los científicos.
Quedó únicamente el hierro, que provocó la supernova, a partir de lo cual la estrella se mantuvo sin energía, constataron.
Si bien no son las más brillantes ni más masivas, aparecen como las más grandes en términos de volumen.
La analizada era 10 veces más grande que el sol y estaba en la galaxia NGC 5731 a unos 120 millones de años luz de distancia de la Tierra.
La muerte de una estrella resulta, a juicio de los expertos, uno de los eventos más dramáticos y violentos en el espacio, cuya observación fue posible gracias a los modernos telescopios terrestres.
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