La directora del Coro Nacional de Cuba, Digna Guerra, dio lectura al acta del jurado que presidió e integraron otros consagrados directores como Guido López-Gavilán, Joaquín Betancourt y Edesio Alejandro; todos maestros de la creación musical, quienes ya ostentan tan alta distinción en la isla.
En sus palabras, Guerra resaltó que el maestro Vitier «es poseedor de una de las obras numeralmente inmensa y más sólidas de los compositores de nuestra generación» y, a su vez, lo catalogó como » justo puente entre la música popular y de concierto. »
Ante la emoción, Vitier confesó sentirse honrado y significó que «es una bendición haber nacido músico en el país de la música. Permanecer, resistir y llegar soñando a esta tercera edad, que es como una tercera orilla del río de la imaginación.»
Agradeció, además, a los maestros que educaron su inspiración así como sus discípulos en más de seis décadas de trabajo aún sin final visible porque, a su juicio, «aprender a aprender es la mayor enseñanza en el arte.»
Como premio al conjunto de una vida y obra dedicadas a la música,la Orquesta Sinfónica Nacional tributó al maestro Vitier un recital homenaje que incluyó nueve de sus emblemáticas composiciones.
La flautista Niurka González regaló una apertura de lujo junto al pianista Marcos Madrigal con la interpretación de dos piezas sublimes en el repertorio del maestro Vitier: Intimidad y Balada del amor adolescente.
Ambos instrumentistas acompañaron a la OSN en el logrado propósito de agasajar al creador de 68 años, cuya producción ha sido banda sonora de audiovisuales como En silencio ha tenido que ser y Julito el pescador, en colaboración con su hermano Sergio (1948-2016), también Premio Nacional de Música 2014.
Otras elegantes versiones de El siglo de las luces (1992) y Fresa y Chocolate (1993) recordaron su impronta en el cine cubano de todos los tiempos; mientras de su Habana Concierto -escrita para formato sinfónico (ampliado)- ofrecieron con una alabada ejecución de los movimientos Pórtico y Vitral.
Madrigal hizo suya la Danza de fin de siglo secundado por la formación sinfónica bajo la batuta del maestro Enrique Pérez Mesa, que antes deleitó al público asistente a la sala Covarrubias del Teatro Nacional.
Para el cierre, la Contradanza Festiva y el resultó la quintaesencia en la selección del repertorio a manos del propio Vitier, quien invitó a escena al discípulo Madrigal, la soprano Barbara Llanes, Abel Acosta en la percusión; todos unidos en un Ave María por Cuba.
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