Según los especialistas del patrimonio local es la construcción más antigua de su tipo en el país, data del 1522, erigida de forma humilde y con materiales dóciles al momento del traslado de la villa junto a las márgenes del caudaloso Yayabo.
Roberto Villoch, director de la Oficina del Conservador de la villa Monumento Nacional dijo a Prensa Latina que su estructura está en perfecto estado y conserva su encanto en el eje urbano que nació a la vida en la segunda década del siglo XVI.
Con indiscutibles características mudéjar está compuesta por una planta uninave, torre y campanario, techos de maderas preciosas y tejas criollas acanaladas. En su interior cada tirante, esquinero y faldones tienen exquisito acabado.
Otra característica única esta en el arco que separa la nave del altar, puntualizó Villoch.
El primer templo, pequeño de paja y maderas fue erigido en el asentamiento original en 1514, al oriente de la actual capital provincia y muy cerca del rio Tuinicú, donde Fray Bartolomé de las Casas pronunciara el Sermón del Arrepentimiento en defensa de los indios.
El doctor Luis de la Aguilera Gajate, defensor de la cultura e historia -falleció a fines del siglo XX-, estimaba que el sevillano fraile horrorizado por los desmanes que veía evocó a Dios para condenar a los sirvientes de las corona.
Para este estudioso de leyendas y tradiciones la referencia hecha por el sacerdote de un pasaje bíblico lo marcó y fue enviado –prácticamente deportado- a México donde continuó defendiendo los derechos de los indígenas.
En el rezo evangélico se hace referencia a que “la vida de los pobres es el pan que necesitan; aquel que lo defrauda es hombre sanguinario …”.
Otras figuras de la época estuvieron ligadas a la construcción de la iglesia el Sargento Mayor Don Ignacio de Valdivia quien pagó los honorarios para la fabricación de los materiales y Don Pedro Pérez de Corcha quien costeó la Capilla del Rosario.
Hasta nuestros días -cuenta la tradición- un misterioso personaje, de leyenda, vive en este templo, el Güije de piel oscura y brillante, y de ojos saltones que deambula por un túnel que sale desde su presbiterio y llega al caudaloso Yayabo.
También se recuerda a un peregrino que talló una imagen de Cristo y después desapareció; el robo por los piratas de un gallo de oro que tenía el altar mayor y una dama que pidió fuera enterrada debajo de la puerta principal para pagar por sus pecados, son entre otras hermosos recuerdos del patrimonio intangible.
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