El experto, gran promotor del uso de inmunizantes en el archipiélago y conocido como su primer higienista, nació en La Habana el 21 de diciembre de 1764.
Su mayor hazaña fue la de haber introducido la vacuna contra la viruela, tras los embates de una epidemia desatada en 1803 y causante de muchas muertes a inicios del año siguiente.
Desde el mismo momento en que se inició el azote de la enfermedad, Romay buscó extender una campaña a favor del procedimiento, llamado en aquel entonces inoculación, y logró que en 1804 se practicaron las primeras vacunaciones en la oriental ciudad de Santiago de Cuba.
Su labor de concientización, cuando los escépticos eran mayoría, fue sin duda titánica.
Según recoge la historia, para luchar contra los detractores de la práctica, realizó una demostración pública en la que les inoculó a sus hijos, previamente vacunados, secreciones de un paciente atacado por la viruela.
Tras comenzar las inoculaciones en febrero de 1804, Romay se convirtió en secretario facultativo de la Junta Central de Vacuna, creada el 13 de julio de 1804, y que tuvo por misión sistematizar estos procedimientos.
Su quehacer resultó fundamental para que, desde finales del siglo 19, la viruela fuera considerada como una enfermedad poco común en Cuba.
El científico, que fue el trigésimo tercer graduado de Medicina en la isla, se destacó, además, en las ramas asociadas a la agricultura, la botánica y la pedagogía.
Pero su logro más notable lo hizo trascender al punto de que se le evoque como el iniciador de una gesta, cuyos beneficios cobran en la actualidad una relevancia singular.
Después de los perjuicios acarreados por la pandemia de la Covid-19, y cuando en el mundo hay un sinnúmero de reticentes frente a los inmunógenos, la confianza de los cubanos en la efectividad de esos productos despierta admiración en no pocas latitudes.
Desde la década de 1960, los cubanos han seguido un sólido esquema de inmunización iniciado en la infancia, con la experiencia posterior de protección contra enfermedades contagiosas, destacó recientemente Jennifer Hosek, profesora de la Universidad canadiense de Queen, en la ciudad de Ontario.
Alabó, además, cómo con inmunizantes propios, la isla comenzó a vacunar a niños a partir de dos años contra el SARS-CoV-2, mucho antes que la mayoría de los demás países, e incluso más ricos.
Pero el hito era previsible pues desde 1962 Cuba realizó su primera campaña nacional de vacunación masiva contra la poliomielitis, la primera de las convocatorias anuales diseñadas como parte de un programa nacional dirigido a la eliminación de ese mal.
Al éxito de todos esas contiendas se debe también la impronta, inteligente y comprometida, de Tomás Romay.
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