“En nuestra sangre y en nuestra Constitución está registrado que no negociamos bajo presión”, afirma en diálogo exclusivo para la sección Escáner de Prensa Latina el doctor José Ramón Cabañas, director del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI).
Diplomático de carrera, ingresó al Ministerio de Relaciones Exteriores en 1984. Justo esta conversación en la sede del CIPI, en esta capital, tiene como hilo conductor los últimos ocho años, un mes y 21 días en que fue jefe de Misión en Estados Unidos.
Luego, como encargado de Negocios y tras retomarse en 2015 los vínculos La Habana-Washington, embajador, el primero de la llamada época del deshielo entre los dos países.
Prensa Latina (PL): ¿Qué escenario probable se presenta para América Latina con la nueva Administración de Joe Biden?
José Ramón Cabañas (JRC): Este gobierno llega al poder en un momento particular de crisis social, presupuestaria y de todo tipo al interior del país. Tiene una cargada agenda de temas domésticos que atender y por los cuales responder con prontitud.
Ha iniciado una mirada hacia el exterior para intentar, primero, recomponer su imagen ante aliados que han dejado de ver a Estados Unidos como un líder moral y socio confiable.
En segundo lugar, enfrentar la competitividad de economías de alto empuje como la china y de mecanismos multilaterales de concertación, más el aumento del poder y la autonomía de actores regionales que cuestionan la histórica hegemonía estadounidense.
Demócratas y republicanos han tenido durante años una coincidencia en el enfoque respecto a la situación en Venezuela y con pequeños matices diferenciadores han desconocido al gobierno del presidente Nicolás Maduro y los innumerables procesos de consulta popular que han tenido lugar en ese hermano país.
Demócratas y republicanos han definido la situación venezolana como la más precaria en la región, haciendo caso omiso a las consecuencias del asedio contra Venezuela del que han sido parte y mostrando una mirada complaciente hacia naciones que están prácticamente quebradas por el desmanejo de grupos gansteriles con ropaje de autoridades electas que sienten el placer de la genuflexión (como diría Raúl Roa) ante Washington.
Está por ver cómo el gobierno de Biden sorteará estos retos.
PL: ¿Qué saldo dejan para la región y especialmente para Cuba los cuatro años de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos?
JRC: En el caso de Cuba hay que diferenciar los años 2017-2018 del período 2019-2020. En los dos primeros aún se estuvieron produciendo avances a partir de lo sucedido durante el gobierno de Barack Obama.
En el 2017 Cuba fue el país invitado al Festival de Jazz de New Orleans, el más reconocido del país, con una delegación de 150 artistas y creadores.
Ese mismo año tuvo lugar el primer proyecto de colaboración en salud con un gran centro urbano estadounidense (Chicago) a donde viajaron cuatro especialistas cubanos a apoyar a las autoridades locales para reducir la mortalidad materna y el impacto del cáncer en la población joven afroamericana.
También se estableció el negocio conjunto entre el Roswell Park Cancer Center (Nueva York) y el Centro de Inmunología Molecular de Cuba en torno a la vacuna Cimavax, contra el cáncer de pulmón.
En mayo del 2018 tuvo lugar el Festival Artes de Cuba en el Kennedy Center, uno de las mayores ventanas de la cultura cubana en el exterior y una de las presentaciones más complejas y exitosas que haya organizado en su historia esa institución.
Además, nuestro presidente Miguel Díaz-Canel encabezó en el propio año la delegación cubana al segmento de alto nivel de la Asamblea General de la ONU. Durante su presencia en New York desarrolló un intenso programa bilateral con amplios sectores de la sociedad estadounidense.
Aunque las relaciones bilaterales oficiales se fueron deteriorando progresivamente, durante el 2017 y todavía en el 2018 tuvieron lugar intercambios básicamente técnicos con agencias federales estadounidenses, en especial como parte del tema de aplicación y cumplimiento de la ley, además de diálogos frecuentes con el Departamento de Estado para ventilar varios temas.
En el 2018 entró en funciones un nuevo equipo en el Consejo de Seguridad Nacional en Washington con una visión claramente monroísta (referido a la Doctrina Monroe) respecto a América Latina y con una subordinación a políticos electos en el estado de Florida, que prometieron a la Casa Blanca ejercer total control sobre las contribuciones monetarias a campañas electorales que podían realizar grupos resentidos de origen venezolano, colombiano y cubano de cara a los comicios presidenciales de noviembre de 2020 a favor del Partido Republicano.
Cambió de inmediato el discurso en relación a los temas bilaterales y absolutamente todo se subordinó a la agenda de tratar de destruir el proyecto bolivariano en Venezuela, desarticular procesos progresistas como el de Bolivia, acorralar al gobierno sandinista de Nicaragua y en, última instancia, asfixiar a la Revolución Cubana.
Coincidentemente ascendieron al poder gobiernos de extrema derecha en algunos países latinoamericanos que se sometieron ideológicamente al trumpismo.
Incapaz de construir algún tipo de nexo o alianza regional, el gobierno de Donald Trump logró depauperar aún más al sistema interamericano.
La oficina del secretario general de la OEA pasó a ser un ente anexo del Departamento de Estado, se amenazó con dejar sin fondos a la Organización Panamericana de la Salud, hubo un retroceso marcado en el manejo de los flujos migratorios y los derechos de los migrantes. El proyecto de las Cumbres de las Américas quedó en un punto muerto.
PL: Medios de prensa como el The New York Times reconocen los avances de Cuba en los candidatos vacunales contra la Covid-19; otros citan a fuentes de la Casa Blanca respecto a que se retomará el tema del cierre de la prisión en la ilegal base de Estados Unidos en territorio ocupado a Cuba en Guantánamo, mientras diferentes voces exigen un cambio de política hacia Cuba. ¿Son estos algunos indicios?
JRC: Son temas distintos, aunque relacionados. Las comunidades científicas de Cuba y Estados Unidos han tenido relaciones profesionales por más de 150 años, se conocen y se respetan mutuamente.
Existe un amplio conocimiento en aquel país sobre la labor cubana en la medicina, especialmente en las últimas seis décadas y sobre nuestros logros en la biotecnología. Hay un interés diverso para ampliar la cooperación en áreas como la diabetes, enfermedades del corazón y del cerebro, cáncer y salud animal.
Bajo el Covid-19 existe interés sobre los candidatos vacunales cubanos, pero primariamente ha habido una marcada atención sobre nuestros protocolos sanitarios, sobre la forma en que se hizo la trazabilidad de la contaminación, cómo se estudiaron los contactos y el trabajo con los asintomáticos.
En Estados Unidos no existe nada ni parecido y sus autoridades han mostrado una particular incapacidad para organizar, proteger, informar y disciplinar a su pueblo.
El cierre de la ilegal prisión en la ilegal base, y valga la redundancia, es un debate interno estadounidense, una vergüenza nacional que ocurre en un punto de la geografía cubana donde se han violado todos los derechos de seres humanos a los que no se ha probado culpabilidad de ningún crimen.
No se debe confundir este debate con un posible cierre de la base y la devolución a la soberanía cubana de dicho territorio, tema aún pendiente en la agenda bilateral.
Efectivamente, se han producido y continuarán produciéndose innumerables llamados a restablecer la relación bilateral. A ellos se han sumado líderes políticos y religiosos, entidades comerciales, empresas, gremios, cubanoamericanos, científicos, funcionarios locales electos.
Millones de estadounidenses viajaron a Cuba entre el 2015 e inicios del 2020 y pudieron apreciar que los cubanos no son los “enemigos” que de forma oportunista presentan cierta prensa y tanques pensantes.
Están vigentes 22 memorandos de entendimiento en áreas donde expertos de ambos países saben y pueden argumentar que tiene sentido una cooperación bilateral.
La pregunta es si las nuevas autoridades escucharán estas solicitudes legítimas, o prestarán más atención a los juegos cíclicos de comprometer votos frente a las elecciones de medio término (2022) y las presidenciales (2024).
PL: Usted se refería al punto muerto del proyecto de Cumbres de las Américas. En el segundo semestre del año Estados Unidos organizará la IX Cumbre de las Américas. En el 2015 Cuba asistió por primera vez, ¿participaría Cuba de recibir la invitación?
JRC: Cuba fue invitada a la Cumbre de Panamá ante un reclamo regional que indicaba lo que es obvio: Latinoamérica y el Caribe no están completos si se excluye a uno de sus miembros.
Cuba siempre ha luchado por la inclusión y la unidad, como mostrara durante su presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).No debemos referirnos a invitaciones que aún no se han cursado. Para nosotros, en cualquier escenario, los principios de Cuba y sus objetivos de política exterior siguen inalterables.
Rob/arb/dfm
En este trabajo colaboraron Diony Sanabia, Martha Andrés, Adriana Robreño y Danay Galleti, periodistas; Roberto Castellanos, editor jefe; Amelia Roque, editora; Laura Machado, diseñadora; y Rey Dani Hernández, webmáster.