Pero sus victorias, lejos de ser celebradas como un hito, han generado una polémica a la que, aunque cueste admitirlo, no le falta razón. Al menos ha suscitado un debate inevitable y necesario.
Dejando a un lado los prejuicios y la transfobia, la coronación de Thomas en las competencias de la Asociación Nacional de Atletas Colegiales (NCAA, por sus siglas en inglés) plantea un dilema ético por donde quiera que se le mire, ya sea porque biológicamente la campeona tiene una clara ventaja sobre sus rivales, o porque el hecho en sí propicie la discriminación de alguien que, después de todo, no hizo su transición para ganar medallas, sino por razones más íntimas y profundas.
Por eso duele que tantas personas se lancen a fustigar el caso sin reparar en la dignidad de Lia y sus derechos de género. Pero por mucho que uno quiera empatizar con ella, persiste esa sensación de que sus victorias son legales, pero no del todo correctas. Sebastian Coe, presidente de World Athletics, ha sido rotundo sobre el respecto: “El género no puede triunfar sobre la biología”.
Coe, campeón olímpico en Moscú-1980 y Los Angeles-1984, advirtió que, si el asunto no es llevado de forma correcta, amenazaría en un futuro la integridad del deporte femenino. Quizás suene exagerado, pero sin dudas este tema exige un análisis riguroso, respetuoso y con mente abierta, para evitar situaciones como las que están sufriendo tanto la nadadora en cuestión como sus rivales.
El problema es cuando el debate trasciende lo deportivo y vienen personajes como el gobernador de la Florida, el conservador Ron DeSantis, a usar el caso Thomas como punta de lanza para atacar los derechos humanos de una comunidad largamente violentada. El político acusó a la NCAA de atentar contra el deporte femenino. Vaya estupidez.
El asunto es complejo, por fuerza, su solución también lo será. Para algunos, se impone crear una categoría especial para deportistas trans, no por discriminarlos, sino para garantizar competencias en igualdad de condiciones y para evitar aberraciones como los tratamientos hormonales obligatorios para reducir los niveles de testosterona.
Eso es tan o más degradante. Recuerden, si no, el caso de lo ocurrido con la atleta sudafricana Caster Semenya.
Porque un proceso puede ser correcto. Pero eso no lo hace justo.
jdg/cmv
(Tomado del suplemento Orbe Deportivo).