Julio Morejón Tartabull
Periodista de la redacción África y Medio Oriente de Prensa Latina.
A casi tres décadas y media del asesinato del mandatario y de un grupo de sus colaboradores cercanos, el juicio contra los perpetradores del crimen- del cual vetó cualquier referencia sustancial el gobierno de Blaise Compaoré- muestra señales de interés en hacer justicia, aunque su pleno ejercicio quede limitado por la ausencia de dos acusados.
Los resultados del proceso abierto en Ouagadougou, la capital de Burkina Faso, fueron en principio convincentes- según medios de prensa- tras conocerse que recibieron condenas de cadena perpetua los tres principales encartados en el homicidio de Sankara (1949-1987), a quien se le llama el Che Guevara africano.
De acuerdo con políticos y la opinión pública, esa decisión judicial puso fin a la impunidad y mejoró el rostro del nuevo gobierno encabezado por el teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba, quien llegó al poder mediante un golpe de Estado en enero de 2022.
En la audiencia que sesionó en un tribunal militar, Blaise Compaoré, presidente de Burkina Faso (1987- 2014), y Hyacinthe Kafando, jefe del dispositivo de seguridad de éste, fueron sentenciados en ausencia a prisión de por vida, en tanto a otros nueve culpables recibieron diversas penas por el golpe de Estado de 1987.
“Los aplausos estallaron en la sala del tribunal cuando se leyó el tan esperado veredicto, bajando el telón de un caso que ha afligido al Estado empobrecido y volátil durante 34 años”, reseñó africanews.com.
HUYERON DE LA VERDAD
Compaoré, quien durante su mandato dilató la celebración del proceso esclarecedor de lo ocurrido el 15 de octubre de 1987, actuó arteramente como lo hizo en el Congo Joseph Mobutu -luego Mobutu Sese Seko- en 1961, ambos traicionaron a sus respetivos jefes y compañeros en el desempeño del poder.
Mobutu destrozó las aspiraciones de Patricio Emery Lumumba de mantener la soberanía congoleña ante la ofensiva neocolonial de las trasnacionales; Blaise Compaoré, frenó primero y dio marcha atrás después al proceso nacionalista que sacó del anonimato político al antiguo Alto Volta, luego Burkina Faso (País de hombres dignos).
“Sí, se ha hecho justicia. Para el pueblo, porque son 34 años de lucha de un pueblo. No hay que olvidar, son 34 años en que el pueblo burkinés lucha contra la impunidad. Y con este caso, creo que es una gran victoria», declaró a la prensa Prospere Farama, abogado de la acusación
En 2016, el entonces presidente del país, Roch Marc Christian Kaboré, derrocado por el golpe militar de enero, hizo alusión al asesinato de Sankara cuando opinó que la solución del caso sería “el punto de partida de una verdadera reconciliación, esperada por toda la comunidad nacional”.
Detalles de las fricciones entre Sankara y Compaoré afloraron en las investigaciones judiciales que se extendieron por seis meses y varios testigos subrayaron la existencia de una conjura internacional para deponer al líder por considerarlo problemático al desafiar el orden mundial y criticar pública y abiertamente a la ex metrópolis, Francia.
“La tragedia del 15 de octubre de 1987 fue el resultado de la presión ejercida por varios jefes de Estado, incluido Félix Houphouët Boigny”, afirmó Abdoul Salam Kaboré, ministro de Deportes del gobierno de Sankara, al referirse al papel de exgobernante de Costa de Marfil y aliado clave de París en el complot.
Respecto a la ausencia del principal acusado, Mariam, la viuda de Thomas Sankara, expresó: «No es justo, realmente no es justo, que no esté aquí. Debería estar, debería tener el coraje de estar aquí, pero ya sabes, no todos son valientes, huyen de la verdad».
Abogados de la familia del asesinado presidente demandaron que se extradite a Compaoré desde Costa de Marfil- donde se encuentra en autoexilio-, por su culpabilidad en la muerte del líder anticolonialista.
PISTAS DEL MAGNICIDIO
Al crimen se le trató oficialmente de dar una connotación tribal para desmarcarlo de su carácter político y el propio Compaoré se refirió al suceso en más de una ocasión como un “accidente”, pero pese a intentar encubrirlo, la verdad se abrió paso entre los arbustos.
Mucho antes del proceso judicial, medios de prensa insistieron en la dimensión subregional del magnicidio y golpe de Estado, el cual se vinculó con guerrilleros del Frente Patriótico Nacional de Liberia (NPFL), como acreditó en sus memorias uno de ellos, Prince Jormie Jhonson.
El connotado torturador y asesino del presidente liberiano Samuel Kanyon Doe en 1990 apuntó que la confabulación contra el mandatario se relacionaba con la permanencia en territorio de Burkina Faso de una facción del NPFL y eso solo era posible con el apoyo e influencia de los jefes militares complotados contra Sankara.
Otra explicación de los hechos aparece en el libro de Ludo Martens “Sankara, Compaoré et la révolution burkinabé”, en el que el exgeneral Gilbert Dienderé afirmó: “Habíamos sido advertidos de que Compaoré, Lingani y Zongo serían arrestados esa noche (..) Nuestra reacción fue la de arrestar a Sankara antes de lo irreparable (…).
El exgeneral, el único presente en la audiencia de Ouagadougou de los tres principales acusados, se refería al mayor Jean Baptiste Boukary Lingani y el capitán Henri Zongo, ejecutados en 1989 por Compaoré. Algunos investigadores afirman que los eliminó para deshacerse de los otros dos vinculados con el magnicidio.
Dienderé, identificado como ideólogo y artífice de la muerte del presidente Sankara, fue retirado de jefe del Estado Mayor el 27 de noviembre de 2014, poco después del derrocamiento de Compaoré, pero en 2015 encabezó un fracasado intento de golpe de Estado por el que actualmente cumple 20 años de cárcel.
De todo eso se comenta después de dictada la sentencia contra los implicados en el asesinato del revolucionario, cuyo ejemplo lustró la cúpula del honor continental e insertó al País de hombres dignos en la trayectoria del quehacer progresista mundial.
En la XXV Conferencia de la Organización para la Unidad Africana (OUA) -predecesora de la Unión Africana (UA)- Sankara calificó la deuda externa de herramienta colonial empleada para estrangular y mantener en la pobreza a los Estados tercermundistas.
Su gobierno se extendió por cuatro años y entre las prioridades asumidas destacaron el combate contra el hambre y la miseria, desarrollo de programas educacionales y aseguramiento de un sistema elemental de salud para todos los ciudadanos de Burkina Faso, planes frustrados por el asesinato, aunque su legado ideológico persiste.
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