Según el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), dicha tarea busca cuidar del hábitat natural de disímiles y valiosas especies de peces, crustáceos y moluscos.
Actualmente, el país cuenta con al menos tres granjas, en las cuales fueron cultivadas y propagadas cuatro especies de corales Acropora cervicornis, Acropora palmata, Orbicella faveolata y Diploria labyrinthiformis.
En primer lugar, se plantan en un vivero fragmentos juveniles de corales para crear nuevas colonias en condiciones ideales, que favorezcan su crecimiento óptimo con un mínimo de depredación, enfermedades y otras afectaciones.
Cuando alcanzan un tamaño adecuado entre 20 y 40 centímetros, se cortan los fragmentos cultivados, y estos son trasladados hasta el arrecife natural de las áreas degradadas y ahí quedan fijados al sustrato rocoso, mediante diferentes técnicas de siembra.
La formación de un coral depende de la llegada de una larva, que se asiente y comience a crecer, mientras que con el método aplicado las posibilidades de supervivencia son mucho más altas, al depositar fragmentos relativamente ya desarrollados, de mayor tamaño.
Un paso esencial radica en la selección adecuada de las especies de corales que van a ser utilizadas en las acciones de restauración, en dependencia de las condiciones ambientales específicas de los sitios escogidos para acometer esa labor.
Los resultados más favorables –según un artículo reproducido por el sitio del Citma- en la recuperación de los corales se observan en el área de la plataforma insular, situada al norte del Acuario.
Las principales causas de mortalidad obedecen al aumento en la frecuencia de sistemas meteorológicos, generadores de fuertes marejadas, la aparición de eventos de blanqueamiento, enfermedades, y la creciente acidificación de los océanos.
Todas vinculadas al calentamiento global, unido a la contaminación, la sobrepesca, y otras acciones realizadas por el hombre.
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