En una velada muy promocionada en la Región Parisina, la conspiración perfecta la hizo aún más especial: la interpretación de talentosos músicos, un escenario flotante en el lago de la pintoresca ciudad, la puesta del sol y un público que aplaudió y también fue protagonista.
Emilio Frías, conocido como El Niño, y la Verdad demostraron en una tierra lejana y cercana a la vez que la rica cultura de la nación antillana y quienes la inmortalizaron encuentran continuidad en las nuevas generaciones.
Por más de 20 años, Enghien-les-Bains ha acogido a artistas de Cuba, de la talla de Adalberto Álvarez, Los Van Van, Omara Portuondo, Chucho Valdés y Pancho Amat, entre otros, herederos de figuras como Benny Moré, Arsenio Rodríguez, Aragón, el Septeto Nacional Ignacio Piñeiro, el Trío Matamoros y Miguelito Cuní.
Todos ellos y muchos más estuvieron presentes cuando El Niño dedicó su concierto a la música cubana y al Son, que aspira a ingresar en la lista de la Unesco del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, un anuncio realizado durante la semana, en particular de la presentación del expediente de la candidatura en marzo del año próximo.
El líder de la joven orquesta también dedicó su actuación a homenajear a Adalberto Álvarez, el Caballero del Son, fallecido el año pasado.
Aplausos al Maestro que en el cielo está, afirmó después de interpretar A Bayamo en coche.
El Niño y la Verdad ofreció además en la velada El Hijo del Viento, Dime cuánto, Sufriendo tú amor, Cha Pa’ mi Muchacha y otros temas de su repertorio.
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