En los orígenes de este inmueble de finales del siglo XIX se sitúa la casa Arana, un restaurante muy visitado por las familias acaudaladas de la época y algunos altos oficiales españoles, que gustaban del bacalao a la Vizcaína y el afamado arroz con pollo a la Chorrera, nombrado así por el torreón colonial que se alza casi contiguo.
Con una ubicación privilegiada en el extremo oeste del malecón habanero, justo en la desembocadura del río Almendares, luego de varias obras la edificación fue arrendada por Carlos Miguel de Céspedes, quien fuera secretario de Obras Públicas durante el primer gobierno de Gerardo Machado (1925-1929) y uno de sus más cercanos colaboradores.
Tras convertirla en su residencia con el nombre de Villa Miramar, el político cubano —descendiente del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes— amplió la instalación construyendo un embarcadero, jardines, la mezquita y la isla de los monos, conocida como isla japonesa, señaló a Prisma Inty José Álvarez, administrador de la institución.
A la caída del régimen de Machado, en agosto de 1933, tanto De Céspedes como su familia lograron escapar de la ira popular, mientras que la casa fue saqueada y prácticamente destruida. No será hasta su regreso, acogido a una amnistía, que podrá reconstruirla.
“Aquí falleció en 1955, y luego el inmueble fue adquirido por la familia Currais, convirtiéndolo en hostal y restaurante con el nombre 1830, en alusión al año en que habían fundado otro emprendimiento de su propiedad no menos conocido: La Zaragozana”, añadió Álvarez.
Variadas ofertas y vida cultural
El 1830 conserva el esplendor aristocrático que distingue a la mansión, con sus ventanales, vitrales, rejas y maderas preciosas, y atesora piezas originales como la lámpara, el espejo, los objetos que reposan en los nichos, los guineos, la consola, los apliques y algunos que tienen carácter patrimonial, como los faisanes, el biscuit y los suspiros, puntualizó su administrador.
Con capacidad para 200 comensales, el sitio —que mantiene entre las ofertas su tradicional arroz con pollo a la Chorrera— cuenta con los salones Oro, Tropical, Rojo, Violeta, así como con el bar Colonial, ubicado en la antigua biblioteca. En el piso superior están el Verde, el Azul y el Imperial, cada uno con capacidad para ocho personas.
De acuerdo con el directivo, “en ocasión del aniversario 500 de La Habana se inauguró una dependencia anexa que acoge un bar de tapas y vinos, en el que se celebran actividades como el Viernes Vino, el Espumoso y el día de la mujer sommelière. Además tenemos el bar Karaoke, la cafetería Dos Aguas y, con un servicio más informal, La Chorrera”.
En las áreas exteriores, donde existen otras ofertas de comidas y servicios para bodas y quinces, desde hace más de 16 años se realiza el proyecto Rueda de Casino, refirió Amado Amaya, jefe de la sala de fiestas de los jardines del 1830.
Con esta motivación, el restaurante recibe no solo a quienes apuestan por la gastronomía tradicional, sino también a extranjeros interesados en conocer la cultura cubana y aprender a bailar.
Antes de la pandemia de la Covid-19 funcionaban diversos empeños: los martes, el día de la rumba; los jueves, el día de los fundadores, como tributo a los pioneros en el baile de casino; los sábados, se presentaban los jóvenes talentos, y los domingos, el grupo Moncada ofrecía conciertos.
Prisma conoció que en breve se esperan retomar estas actividades y otras asociadas al proyecto audiovisual de PMM, que trajo a este escenario a orquestas como los Van Van, Elito Revé y su Charangón y Manolito Simonet y su Trabuco, entre otras.
Tras una dilatada espera como consecuencia de la pandemia, la vida cultural y gastronómica de La Habana se renueva con rincones mágicos como los que ofrece el histórico restaurante 1830.
(Tomado de Prisma)