José Luis Díaz-Granados
Especial para Prensa Latina
Fina, en concepto de millares de lectores de poesía y en el mío propio, era la más grande poeta de habla hispana desde que publicó su libro estelar Visitaciones, al que agregó varias colecciones (Transfiguración de Jesús en el Monte, Viaje a Nicaragua, Créditos de Charlot, Habana del Centro, El instante raro, ¿De qué silencio eres tú, silencio?, entre otros), en donde sublimó en cada verso y en cada poema las colosales opulencias verbales con que la palabra es capaz de revelar nuestras incesantes indagaciones a la vida, para así crear, recrear y reinventar ventanas que nos muestran las más diversas dimensiones de la Belleza.
Fina, casada con el no menos grande poeta y ensayista cubano Cintio Vitier, fue integrante del legendario Grupo “Orígenes” -bajo la directriz de inmenso Dador de sabiduría y conocimiento, José Lezama Lima-, con su hermana Bella García-Marruz y su esposo el notable poeta Eliseo Diego, entre otros, y fue grande no solo en el cultivo afortunado de la lírica sino también en el ensayo literario (Bécquer o la leve bruma, Textos antimperialistas de José Martí, Quevedo, María Zambrano y Juana Borrero).
Sus hijos José María y Sergio Vitier, se destacaron como excelsos músicos, compositores e intérpretes tanto de la música clásica como de la canción popular cubanas.
Devota de José Martí desde su juventud, Fina fue investigadora del Centro de Estudios Martianos e hizo parte importante en la edición crítica de las Obras completas del Apóstol de la Independencia de Cuba.
Fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura de Cuba, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca, en Granada, España, y con las más importantes distinciones de la cultura de Cuba.
Durante mi estadía en “la isla infinita” (como la denominó Cintio Vitier), con mi esposa Gladys y mi hija Carolina, de la mano de Álvaro Castillo, visité muchas veces a Cintio y a Fina, porque además de haber establecido una preciosa amistad, éramos vecinos y contertulios en el diario vivir del hermoso sector de El Vedado. Sus generosos conceptos sobre mi trayectoria poética pasaron a ser el prólogo de mi Poesía completa, en 2015, distinción que me enorgullece sobremanera.
Con mi hijo Federico le hicimos una inolvidable visita a la pareja en su apartamento del Edificio «El Potín» en Línea y Paseo, entre 8 y 11 de la mañana, previa a un encuentro con el gran poeta y polígrafo Roberto Fernández Retamar en Casa de las Américas, y Fina, con la anuencia de Cintio, se mostró bastante generosa, no solo en su aporte a la amenidad de la tertulia, sino por escanciarnos abundante ron cubano en nuestras copas a tan tempranas horas.
Innumerables anécdotas podría contar de tan culta y nobilísima amistad tanto con Cintio como con Fina, pero en esta hora de dolor me las reservo para otra ocasión y dejo ahora que circule la presente evocación, que sólo pretende rendir homenaje a la grandeza de tan extraordinaria poeta de nuestra lengua y a la sencillez y bondad de esa ejemplar mujer cubana que jamás olvidaremos.
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