Las particulares prácticas y técnicas vinculadas a la elaboración de un ron de alcance y fama mundiales y la trasmisión de esos conocimientos de generación en generación explican que los saberes de los maestros aspiren a ingresar en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Un grupo de esos especialistas visita por estos días Francia, donde comparten experiencias de una labor tan interesante como peculiar.
Somos representantes y guardianes de una cultura que no nos pertenece, porque constituye un patrimonio de la nación, enriquecido a los largo de generaciones de maestros roneros, comentó a Prensa Latina el primer maestro Juan Carlos González, integrante de la séptima generación.
Para el experto, lo primordial es mantener, desarrollar, proteger y enriquecer la cultura ronera cubana, garantizando la continuidad de la misma.
El 24 de febrero de 1862 es considerada la fecha de nacimiento del ron ligero, en la oriental provincia de Santiago de Cuba, semilla de la herencia que pasó desde entonces de persona a persona hasta nutrir a los actuales especialistas, nueve en total, dos de ellos mujeres, con cinco aspirantes.
De acuerdo con González, ese “parto” de hace 160 años fue fruto de tres siglos de una bella historia de luchas, esfuerzos y sacrificios, que acompañaron la formación de la propia identidad cubana.
Por eso, más allá de los pasos y las etapas que tardan años, sientes de verdad que te conviertes en maestro cuando comprendes la responsabilidad que tienes en tus manos, subrayó.
Ante la pregunta de cómo definir en pocas palabras a un maestro ronero, González respondió sin dudar: compromiso, pasión y amor por esta cultura, sin olvidar la sencillez, la humildad y la vocación de transmitir los conocimientos.
En ese sentido, César Martí manifestó que la transmisión se materializa de cubano a cubano, sin que medie un aula, una universidad o un curso.
Es un camino largo que empieza con la observación de los maestros que laboramos en las fábricas de individuos que muestran condiciones para garantizar la continuidad de la tradición, dijo a Prensa Latina.
Según el maestro de la octava generación, después viene un proceso de tareas y misiones, hasta la posibilidad de convertirse en aspirante, por supuesto si la persona está de acuerdo y siempre después de demostrar compromiso y amor por el ron cubano y el saber hacer que lo identifica.
La siguiente etapa es más complicada y exigente todavía, y durante la misma nos corresponde trasladarles a los candidatos elementos tecnológicos y aspectos propios de la tradición, que permiten conocer si pueden incorporarse o no al movimiento, amplió.
González y Martí participaron la víspera en la sede de la Unesco en la velada Noche Cubana, en la cual compartieron junto a sus colegas Tranquilino Palencia, Asbel Morales y Salomé Alemán detalles del saber hacer de los artífices de mezclas exquisitas que merecen la etiqueta de sabor líquido de lo cubano.
En el encuentro que atrajo a diplomáticos, periodistas y amigos de la isla, los expertos presentaron un producto único, llamado 1724, el número del expediente de candidatura del saber hacer de los maestros roneros cubanos que aspira a enriquecer el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
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