Por coronel (r) Nelson Domínguez Morera (Noel)
Ocupó responsabilidades de dirección en los cuerpos de Seguridad del Estado
Lo hizo junto con el consumado catedrático universitario, poeta y filósofo Rafael García Bárcenas (1907-1961), quien a la cabeza del Movimiento Nacional Revolucionario organizó la primera gran conspiración contra la tiranía del general Batista, de 1952 a 1953.
Hart (1930-2017) integró la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y tras el derrocamiento de la dictadura de Batista el 1 de enero de 1959, fue designado como ministro de Educación del gobierno revolucionario cubano, cargo que ocupó hasta 1965.
Formó parte de la dirección nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (Pursc). Al crearse el Partido Comunista de Cuba, en 1965, fue elegido miembro de su Comité Central y del Buró Político.
En diciembre de 1976 fue designado ministro de Cultura, desde la creación de dicho ministerio hasta 1997 en que pasó a dirigir la Oficina del Programa Martiano, adscripta al Consejo de Estado.
Revolucionario cabal, Hart imbricaba como pocos, elementos de gran intelecto y arrojo espartano, lo mismo en la lucha clandestina de las ciudades como lo hizo su hermano, Enrique, que murió fabricando explosivos en Matanzas.
Tuvo otra arista, como asociado a su padre, eminente abogado que alcanzó los máximos cargos en esos menesteres de leyes y por otras vías también enfrentó exitosamente a la dictadura.
VISIONARIO MAYOR
Lo conocí en 1959, como ministro de Educación en la Cuba revolucionaria y aun profesándole una inmensa empatía por su trayectoria inconmensurable, no fuimos ajenos a las primeras confrontaciones por criterios derivados de nuestro modesto papel en la lucha estudiantil contra Batista.
Teníamos encontrados criterios a favor de la unidad entre revolucionarios y la vida se encargó de darle la razón, para que la obra no se detuviera con nuestros limitados razonamientos.
Se trató, para no dejar incertidumbres, de que habíamos convocado en la Escuela Profesional de Comercio de La Habana, desde 1958, una huelga general hasta que el tirano sucumbiera.
Al triunfo revolucionario, los que no nos secundaron, según nosotros, debían ser objeto de sanciones y él, visionario mayor, nos alertó de que ello no era congruente.
Néstor García, Luis Valdés (ambos asumieron cargos en la Seguridad del Estado como oficiales del Ministerio del Interior), otros y yo, recién estrenados en esos difíciles menesteres de ser revolucionarios consecuentes, aunque solo habíamos sido revoltosos insurrectos de las calles, no lo entendimos inicialmente, pero poco tiempo después la racionalidad se impuso.
Después nos reencontramos en la designación de Hart como ministro de Cultura de Cuba, tampoco exento de contradicciones pero donde siempre prevalecieron sus grandes y concienzudos razonamientos a favor de integrar y aglutinar a los intelectuales y artistas, ante nuestras ocasionales ríspidas apreciaciones.
Lo importante es que Hart fue un revolucionario cabal, fidelista de los primeros, de los presentes junto a su jefe Frank País en la Sierra Maestra para valorar con Fidel Castro el papel de los revolucionaros en las ciudades y, sobre todo, de un hombre de mucho criterio propio.
Dedicó al héroe nacional José Martí y a su obra casi toda la última mitad de su vida, con un gran resultado, no solo en Cuba sino también en el ámbito internacional.
arb/ndm