Fue ‘Enrique J. Loynaz del Castillo, hijo del Comandante del Ejército Libertador Enrique Loynaz y Arteaga, quien por primera vez promovió ante el Ayuntamiento de Camagüey, el novedoso proyecto de ferrocarril’, según apuntes del investigador Fernando Crespo.
Vinculado a la tradición libertaria de su progenitor, su encomienda desde el exterior estuvo dirigida por José Martí, Héroe Nacional de Cuba, quien le dio la responsabilidad de camuflar en el nuevo medio de transporte armamentos para la gesta revolucionaria de 1895.
‘Todo se planeó en Nueva York y llegaría junto con los tranvías el cargamento por el puerto de Nuevitas al norte, pero una delación haría fracasar el proyecto’, asegura por su parte Arbelio Pérez, investigador y escritor que alista un libro sobre la historia de este medio de transporte.
En declaraciones al portal de la Oficina del Historiador de la Ciudad, el propio estudioso aseguró que ‘fue en abril de 1908 cuando circularon los primeros tranvías que partieron del corazón de la urbe, el Parque Ignacio Agramonte’.
Aunque los primeros que llegaron por la gestión del patriota Loynaz eran impulsados por la fuerza de mulas, ya para inicios del siglo XX contaban con tecnología de electricidad en su totalidad.
The Camagüey Tramway Company Limited aseguraría la presencia del tranvía por las calles por donde transcurrían los principales flujos peatonales, comerciales y del servicio y mercado de los habitantes.
Apuntes historiográficos describen el auge del medio de transporte en la ciudad ubicada a 540 kilómetros al este de La Habana, que vio por última vez la circulación de un tranvía el 24 de febrero de 1952.
Calles y plazas de la otrora villa, cuyo Centro Histórico resultó declarado Patrimonio de la Humanidad, aún tiene la marca de los tranvías, memoria vigente en la arquitectura y los elementos urbanos de la localidad con más de medio siglo de vida.
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