Cuando la séptima villa fundada por los españoles en la Isla celebraba su cumpleaños 438, en aquella madrugada de domingo, un grupo de jóvenes revolucionarios comandados por Fidel Castro y llegados desde diversos puntos de la geografía cubana, intentaron la toma de la imponente fortaleza militar.
En medio del ambiente de carnaval y las festividades de la Santa Ana, el acontecimiento estremeció a la urbe, cuya población despertó con el estruendo y la sorpresa de los disparos, en medio de la cargada atmósfera de represión implantada entonces por el régimen de Fulgencio Batista.
El Día de la Rebeldía Nacional, que comenzó a celebrarse el 26 de julio tras el triunfo revolucionario del 1 de enero de 1959, ha sido momento de recuento y reflexión para los cubanos que desde esas primeras jornadas de victoria remontaron complejas circunstancias en la edificación de una sociedad nueva.
Una muestra de que la fecha es una suerte de alto en el camino en medio de las coyunturas del país es que la celebración del acto central de los santiagueros transcurrió en el Consejo Popular Agüero-Mar Verde, una comunidad humilde en plena transformación de sus condiciones de vida.
No resulta gratuito ese ámbito para festejar estos casi 70 años, cuando una prioridad de las autoridades cubanas es un proceso de mejoramiento de los barrios más necesitados y aquellos donde la obra transformadora se ralentizó debido a la crisis económica agudizada por el bloqueo estadounidense.
Cada 25 de julio, los lugareños evocan el instante primigenio en que el Adelantado Diego Velázquez puso pie firme en su tierra y abrió así poco más de cinco siglos de trayectoria que la convirtió en primera capital de la Isla, sede de la primera catedral y el más simbólico de los títulos: Cuna de la Revolución.
Noble y muy leal es uno de los atributos que recibió desde esos tiempos remotos y al cual se sumaron virtudes en la música que se resumen en su condición de creativa mundial reconocida por la Unesco y en el carnaval, Patrimonio Cultural de la nación.
Orgullosos de su impronta en la espiritualidad y la identidad de los cubanos, sus hombres y mujeres y viven este 25 de julio con la responsabilidad de habitar una ciudad heroína.
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